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Desde los tiempos del cine clásico de aventuras, el que impuso Hollywood al resto del mundo, se sabe que una película será tan grande como lo sea su villano. En el enemigo, o sea en el monstruo y su horror, se forja la valía del héroe. Así que, según este principio, los Goya 2014 carecieron de esplendor porque el malo de la película, no debería haber sido ni figurante. Para empeorar las cosas no había entre los escogidos muchas obras inolvidables, ni hubo en la noche de gala nada reseñable, salvo el aburrido desfile de vestidos largos y bostezos cortos.