Todo en esta pieza de cámara ha sido cargado por el diablo. Y todo esconde algo entre sus pliegues, entre sus intersticios. Da igual que Emmanuelle Seigner, 47 años, la mitad de ellos casada con Roman Polanski, se pasee en ropa interior y casi desnuda como la Venus de Tiziano. De hecho, esa desnudez es la que deslumbra y oculta sus verdaderas intenciones. Poco pudor para un salto mortal retórico que mezcla la ironía con lo perverso.

El tono que preside la gran estafa americana siempre aparece crispado. Las interpretaciones, en consecuencia, coquetean con el exceso, con el histrionismo. ¿La historia? La historia es puro esperpento, comedia americana, esa que entusiasma al público estadounidense pero ante la que muchos europeos se sienten incómodos por esa afectación interpretativa.