«Memory» navega a la deriva zarandeando en su interior a dos personajes orillados por la vida. Su caudal gorgotea melancolía con la desazón de quien, como en «Solas» (1999) de Benito Zambrano, tapona una herida interior a costa de garantizarse un naufragio que se prevé descomunal.
Entre el periodo expulsivo y el corte del cordón umbilical, fases cruciales de la gestación mamífera, tiene lugar el alumbramiento (de la placenta). A él hace referencia en su título esta recreación teñida de crítica y lírica sobre la España de 1982, la del cambio.
Lo mejor de «Los indeseables», caprichoso título español de «Bâtiment 5» en una traducción que más que a esta película parece mirar al anterior «éxito» de Ladj Ly, «Los miserables»; nos remite al (uni)verso surrealista del Buñuel de «La edad de oro».
«Nausicaä» es a Ghibli, lo que Jokanaan, el bautista, fue para Cristo: el heraldo de su venida. Antes de que Miyazaki y Takahata fundasen Ghibli -y al hacerlo consumasen el sueño de Osamu Tezuka por el que la más importante animación del final del siglo XX y todo lo que llevamos del XXI dejó de pertenecer a Disney para ser japonesa-, surgió esta fascinante epopeya cuya belleza y cuyo «mensaje» hoy parecen más pertinentes que nunca.
Tras más de treinta años como director de fotografía, Benoît Delhomme, que empezó junto a Tran Anh Hung, debuta como director de cine cumplidos los 62 años y al frente de un reparto con dos extraordinarias actrices: Jessica Chastain y Anne Hathaway.
Cerca, mucho más cerca a «Les Revenants» (2004) de Robin Campillo que al legado de George A. Romero, Thea Hvistendahl (Oslo, 1989) debuta con un filme lúcidamente triste, desconsolado hasta el dolor y apesadumbrado sin remedio.
Cuando los 146 minutos de duración de «Eureka» han concluido, entre las mil y una preguntas que le asaltarán al público, hay una que apuntará al origen de su título. Se sabe, mejor dicho se supone, que «¡Eureka!» -entre exclamaciones- es la interjección que profirió Arquímedes de Siracusa.
No deja de sorprender que sean cineastas veteranos quienes con más firmeza levantan hoy las barricadas fílmicas más beligerantes contra el estado de las cosas actual. Cada vez más obtuso, más estúpido, más egoísta.
No es fácil dedicarse a la misma profesión que el padre, cuando éste ha hecho historia. Sin embargo, de vez en cuando, surgen cachorros dispuestos a competir con la sombra de la leyenda paterna. En el mundo del cine los casos son numerosos y los resultados dispares, de todos los colores.
A partir de una situación de la que Hirokazu Koreeda (Tokio, 1962) extrajo hace veinte años una de sus mejores obras, «Nobody Knows» (2004), la sueca Mika Gustafson ahonda en la misma temática: niños abandonados por sus progenitores.