Hay muchas circunstancias que confluyen en esta adaptación memorable de la no menos valorable obra de Edmond Rostand. La exógena, la que no resulta perceptible en la pantalla, se llena de roces íntimos entre quienes han hecho posible esta adaptación y sus propias vidas.

Escrita y dirigida por Leonie Krippendorff, todo en “El despertar de Nora”, así se ha titulado entre nosotros lo que en su idioma original, alemán, era “Kokon”, o sea “capullo”, apunta a ese día de la transformación, el verano de todos los veranos, aquel en el que el cuerpo de una niña deja de serlo para dar paso a su adolescencia.