El arranque de “Código emperador” no parece que sea fortuito ni hijo de la casualidad. La cuestión es que este relato, de negra cotidianidad, arranca con la imagen de un ciervo de poderosa cornamenta. ¿Por qué? ¿Caprichos del director artístico?
En su idioma original, “cave” significa bodega, sótano, pero también cueva y quizá sea esa la acepción que mejor define lo que aquí acontece, porque en su trasfondo se respira ese retorno a las cavernas que hoy nos define. Con insensato arrojo, Philippe Le Guay se adentra en territorio hostil, en campo minado con un argumentario del que sabe no saldrá bien librado.
En una edición en la que se presentaban películas como “Un héroe”, de Farhadi; “La peor persona del mundo”, de Joachim Trier, “El contador de cartas”, de Schrader; y “El acontecimiento”, de Audrey Diwan; el jurado de la Seminci decidió que ésta era la mejor película dejando estupefacta a buena parte de quienes estábamos allí.