Afirma Deleuze que “en el tiempo, solo existe el presente”, para añadir, sin rastro de inocencia en su verbo, que “el pasado y el futuro insisten en el tiempo”. De hecho, seguía abundando el filósofo, “es desde el pasado y el futuro desde donde se divide cada presente hasta el infinito”.
La joven vecina de al lado -ese era el principal encanto de la Sandra Bullock de sus inicios-, ya ha cumplido 57 años. Pero ni se da por aludida ni parece dispuesta a renunciar a perpetuarse en personajes que mezclan la acción con la comedia romántica pese a que ha anunciado que, tras este filme, se dedicaría un tiempo al cuidado de sus hijos.
Adaptación a la “española” de la serie mexicana del mismo título, “El juego de las llaves” abunda en los tópicos de la lucha de sexos, la crisis de los 40, el intercambio de parejas y demás lugares comunes y banales con los que, con mayor o menor acierto, se forjaron los renglones torcidos de la “españolada” de los años 70 y 80.
En el segundo año de la pandemia, en 2021, el cine regresó a Cannes y con él, en su sección oficial a competición, viajaba casi como un polizón entre las sombras, una pieza transterrada de un cineasta finlandés y extraño -un pleonasmo sin duda- llamado Juho Kuosmanen. Volveremos al director en breve pero ahora fijémonos en lo que nos aguarda en esta película.
Kaouther Ben Hania es la primera directora tunecina en lograr una nominación para el Oscar. Tiene 44 años y su historial la circunscribe al género documental. O sea su cine no proviene de la ficción sino que viene de lo real. En “El hombre que vendió su piel”, Ben Hania se sale de su zona de seguridad.
No es casualidad que al hablar de esta película de dibujos animados, se traiga a colación dos obras anteriores de su realizador: “Escuela de rock” y “Boyhood”. Si algo determina lo que “Apolo 10 y medio” contiene, es una mirada a la propia infancia del guionista y realizador y una recreación trepidante de la banda sonora que llenó los silencios de aquel tiempo en el que se maceraron las señas de identidad que conforman su personalidad como cineasta.
Han pasado 27 años del estreno de “La haine” (El odio), el filme que consagró como director a Mathieu Kassovitz y con el que Vincent Cassel se distinguió como un mix entre Alain Delon y Jean Paul Belmondo; un dos en uno en la hora en la que el cine francés parecía decir adiós a su glorioso pasado.
Desde sus comienzos en “Hermanos de leche”, han pasado 28 años. Desde entonces la trayectoria de Daniel Guzmán ha conocido multitud de proyectos. De todos los colores, en casi todos los medios: cine, televisión, teatro… En ellos Guzmán ha aparecido como actor fundamentalmente pero, en los últimos tiempos, también como guionista y director.
Entre dos cumpleaños acontece el relato de Chiara. El primero se trata del 18 aniversario de su hermana mayor. El segundo, dos años después, es el suyo propio y, en este caso, celebra su mayoría de edad. Entre ellos el contexto familiar ha cambiado.
Demasiadas cosas nos resultan incomprensibles. Las más dolorosas, aquellas que despiertan al monstruo que nos habita, las que desatan la ira que, como especie, llevamos dentro. Para tratar de percibir el clarín de la pulsión de muerte y qué melodía desabrocha la violencia que llama a la sangre, el argumento de la película de Fran Kranz parte del encuentro de cuatro víctimas colaterales de una masacre.