Como si su protagonista viviera encerrado en el interior de una pieza de Cornelis Escher, Asghar Farhadi muestra a su «héroe» como un náufrago en un laberinto de agua: se pierde y se ahoga. Le vemos subir escaleras -reales o metafóricas- pero se nos sugiere que cuanto más asciende, más se abisma.
Construida desde la engañosa apariencia de un producto nacido para triunfar, el más grave problema que acecha a «Competición oficial» es hacernos creer que el filme solo es un pretexto para el lucimiento de sus actores a costa de aprovechar su tirón de taquilla.
Se decía que Balzac escribía en medio de un tráfago de personas, rodeado de ruido e interviniendo en las conversaciones circundantes sin por ello desconcentrarse de su tarea. De ese modo parece dirigir Xavier Giannoli su adaptación de «Las ilusiones perdidas».