Cuando ni siquiera han finalizado los créditos, se palpa la calidad de “Aguas oscuras”. Hay en su puesta en escena, ganas de hacer cine, exigencia de autor, hambre de profesionalidad. Y justo al final de esos créditos, el director, Todd Haynes, inscribe su nombre allí donde aparece Mark Ruffalo/Rob Bilott, el abogado protagonista de esta película inspirada en la realidad.

La inocencia a la que hace referencia el título no obedece a la de la niñez, sino a la de una pubertad “peterpanizada” que ni sabe, ni quiere madurar. Poco importa que su protagonista haya deambulado por el camino del sexo, las drogas y la música dance; ella, a sus quince años, se mueve como una irresponsable que sueña con ser una estrella circense y que prueba su habilidad colgada como un vampiro en las barras de los columpios infantiles.

Curtido en el oficio en el campo de batalla de las series de televisión, Marc Vigil debuta al frente de un largometraje con este relato de género “noir” ambientado en la España contemporánea y con una obvia dosis de metalenguaje y autorreferencia, propia de quienes han vivido la profesión desde dentro.