El 5 de enero de 1895, el de la noche de Reyes, se ejecutaba la sentencia que condenaba al capitán Alfred Dreyfus a cadena perpetua por un caso de espionaje en el ejército francés. En medio de un ritual protocolario propio de una época de solemnidad crepuscular, Dreyfus, cuya sentencia había gozado inicialmente del beneplácito de la ciudadanía, era degradado de sus galones y desposeído de sus armas; pasaba de oficial a presidiario.

De la capacidad como directora de Greta Gerwig, actriz estadounidense de ascendencia alemana, tuvimos noticia cuando hace dos años presentó “Lady Bird”, un “mumblecore”, un retrato juvenil, que tenía en Saoirse Ronan a esa intérprete en estado de gracia capaz de sublimar el papel que se le ha otorgado.

Las crónicas periodísticas publicadas en los primeros momentos decían que esta adaptación cinematográfica de “Cats” era “cat/astrófica”, y decía bien. Esta era una de esas decenas de juegos retóricos con los que se ha buscado provocar la hilaridad para recompensar a quienes han sufrido las consecuencias de haberla visto.

Una y otra vez, de manera más o menos explícita, todos los protagonistas, en este filme atípico, se cuestionan por la verdad. Bien mirado, esa interrogación se debe a la pregunta natural de un narrador dedicado a cuestionarse la verosimilitud de sus historias.