Hay algunas cosas interesantes en La correspondencia, el último filme de Giuseppe Tornatore, un realizador que rueda casi siempre con alto presupuesto e infinita ambición. Pero hay que buscarlas con cuidado. Se impone, para disfrutar de ellas, evitar la banalidad y no acusar la desproporción del guión. Si se deja a un lado su tronco narrativo, es posible apreciar que, aunque escondidos, en este filme hay algunos méritos.

Frente a la creencia sostenida de que la calidad media de las series de televisión en estos momentos roza la excelencia, películas como Ahora me ves 2, son la prueba evidente de que la calidad media de las películas que se producen desde Hollywood aporta, en la segunda década del siglo XXI, menos riesgo, originalidad y oficio que cualquier capítulo de una mala serie de relleno de los años 70.

A Terence Davies lo descubrimos en la época dorada de la Seminci. En aquel tiempo, el certamen vallisoletano era una especie de festival de festivales y cineastas como este británico, de prosa seca y coreografías solemnes, parecía ser uno de esos arquetipos necesarios y fundamentales que tanto gustaba a un festival donde los nombres de Bergman, Tarkovski, Kiarostami, los Dardenne, Egoyan y Haneke marcaron su divisa, ese catálogo ideal que engrandeció su historia. En esos años, Davies hacía el cine que le venía en gana. Se tomaba todo el tiempo necesario y respiraba libertad.

Hay un antes y un después del Batman de Christopher Nolan. Tras la trilogía del autor de Origen e Interestelar, el cine de aventuras ya no puede ser igual. De hecho, ya nada es como era. Esta revisitación al mundo de Tarzán, ideado por E.R. Burroughs, da prueba fehaciente de ello. Lejos de la primitiva inocencia del Tarzán de Weiss muller, y carente de la equilibrada ambigüedad sofisticada que Christopher Lambert le dio, este Tarzán interpretado por Skarsgård se refugia, con la complicidad del director David Yates, en un ensimismamiento influido por el hacer de Christian Bale pero poco alimentado por un guión perdido en medio de oscuras confabulaciones políticas.

Tercera entrega de La Purga; tercer capítulo de un imaginario distópico que cada día se parece más a la realidad. Escribe y dirige el de siempre, un James DeMonaco que empezó como guionista y que, paso a paso, purga a purga, ha creado un clásico del siglo XXI. De origen italiano, nacido en Brooklyn en 1969, DeMonaco se encuentra en su plenitud tras conformar su personalidad escribiendo capitulo tras capítulo exitosas series de televisión.

A Jaume Collet-Serra no se le concede demasiada atención en los medios de comunicación españoles. Se marchó con 18 años a EE.UU. proveniente de su Cataluña natal. Con poco dinero y mucha obstinación, Collet-Serra estudió cine en Los Ángeles y ha conseguido lo que la inmensa mayoría de cineastas españoles no lograrán jamás. Ser aceptado por la industria norteamericana.

Si versátil resulta la carrera como actriz de Jodie Foster, desconcertante es su perfil como directora. Ha realizado El Pequeño Tate (1991). A Casa Por Vacaciones (1995) y El Castor (2011). En todos los casos hablamos de películas bien facturadas, pero de las que resulta difícil extraer alguna conclusión sobre el universo autoral de quien es un peso pesado de la industria del cine yanqui.

Con los setenta años a la vuelta de fin de año, Spielberg representa la esencia del cine de Hollywood de las últimas cinco décadas. Lo ha sido casi todo y de casi todo tiene mucho. Multimillonario, multi-premiado, señor de Los Angeles y director de culto. El solo recuerdo de sus películas le precede y le salva de una obviedad: el cine del emperador Spielberg lleva tiempo tejido por harapos de lujo.

Stephen Frears se emplea con(tra) Lance Armstrong con el mismo ímpetu maquinal y distante con el que en sus comienzos cargaba contra Margaret Thatcher. En su prosa cinematográfica no hay piedad ni simpatía. Tampoco pasión; la venganza se sirve fría. Y en este caso, como en el de la primer ministro británica, no es el sujeto lo que le importa sino los efectos colaterales que su hacer representan. De hecho, Frears le niega a Armstrong incluso el honor de titular con su nombre su película.