A Terence Davies lo descubrimos en la época dorada de la Seminci. En aquel tiempo, el certamen vallisoletano era una especie de festival de festivales y cineastas como este británico, de prosa seca y coreografías solemnes, parecía ser uno de esos arquetipos necesarios y fundamentales que tanto gustaba a un festival donde los nombres de Bergman, Tarkovski, Kiarostami, los Dardenne, Egoyan y Haneke marcaron su divisa, ese catálogo ideal que engrandeció su historia. En esos años, Davies hacía el cine que le venía en gana. Se tomaba todo el tiempo necesario y respiraba libertad.
Hay un antes y un después del Batman de Christopher Nolan. Tras la trilogía del autor de Origen e Interestelar, el cine de aventuras ya no puede ser igual. De hecho, ya nada es como era. Esta revisitación al mundo de Tarzán, ideado por E.R. Burroughs, da prueba fehaciente de ello. Lejos de la primitiva inocencia del Tarzán de Weiss muller, y carente de la equilibrada ambigüedad sofisticada que Christopher Lambert le dio, este Tarzán interpretado por Skarsgård se refugia, con la complicidad del director David Yates, en un ensimismamiento influido por el hacer de Christian Bale pero poco alimentado por un guión perdido en medio de oscuras confabulaciones políticas.
Tercera entrega de La Purga; tercer capítulo de un imaginario distópico que cada día se parece más a la realidad. Escribe y dirige el de siempre, un James DeMonaco que empezó como guionista y que, paso a paso, purga a purga, ha creado un clásico del siglo XXI. De origen italiano, nacido en Brooklyn en 1969, DeMonaco se encuentra en su plenitud tras conformar su personalidad escribiendo capitulo tras capítulo exitosas series de televisión.