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Todo por la pasta
foto-ochoapellidosTítulo Original: OCHO APELLIDOS CATALANES Dirección: Emilio Martínez-Lázaro Guión: Diego San José y Borja Cobeaga Intérpretes: Dani Rovira, Karra Elejalde, Carmen Machi, Clara Lago, Rosa María Sardá, Berto Romero y Belén Cuesta País: España. 2015 Duración: 99 minutos  ESTRENO: Noviembre 2015
Además de partir de algunos de los modelos más comerciales del cine norteamericano y francés de los últimos años, (El padre de la novia, Bienvenidos al Norte), la letra interior, esa sobre la que crecen los buenos argumentos, sabía del hacer de Vaya semanita. Ocho apellidos vascos triunfó porque poseía sólido oficio en sus materiales de partida. Había talento y recursos en Diego San José y Borja Cobeaga y se daba calidad notable y estado de gracia en los actores. Nunca como entonces Karra Elejalde se había topado con un personaje hábil para frenar su exceso y legitimar su aspereza; Carmen Machi no se agotaba y los jóvenes, Rovira y Lago, sabían producir la química necesaria. Ellos, guionistas y actores, hicieron de Ocho apellidos vascos la gran comedia de una industria que, no hay que olvidar, nos aburre con astracanadas.
Su éxito, era inevitable, encendió la ambición de sus productores. Había que exprimir la fórmula. Había que aprovechar el acierto y en país desgarrado por sus antagonismos territoriales y rarezas folclóricas, se pensó en repetir el tópico del localismo-universal esta vez en clave de sardana. Conscientes de las claves del éxito, Ocho apellidos catalanes se armó sobre la continuación de la primera.
Ha barrido en su primera semana en cartel, porque hay necesidad de reir, pero deja peor sabor de boca. Y eso es así porque su gestación arranca de la avaricia de explotar el negocio. El raro equilibrio de Ocho apellidos vascos se rompe aquí por varias razones. La primera, que la precisión de los guionistas en el territorio de Euskadi, resbala y se vuelve más tosca en tierras catalanas. Uno se ríe de sí mismo y de sus cosas con más fortuna que si lo hace de las ajenas. Otro, el presente catalán ha ido más aprisa que los productores de Telecinco y la realidad independentista ya es más extrafalaria. Y tercero, repetir la jugada es perder la sorpresa.
Empieza mal, incluso con grosería machista propia de Torrente. A golpe de guión, en su zona central logra conectar algunos gags. Pero allí donde había personajes aquí apenas hay caricaturas. Hará menos dinero y, peor aún, provocará menos sonrisas.

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