Metamorfosis de una secretaria

foto-espiasTítulo Original:  SPY Dirección y guión: Paul Feig Intérpretes: Melissa McCarthy, Jason Statham, Rose Byrne, Jude Law, Morena Baccarin y Bobby Cannavale Nacionalidad: EE.UU. 2015 Duración: 120 minutos ESTRENO: Julio  2015

A James Cameron se le recuerda por sus empresas desmesuradas, por esos filmes mastodónticos que destrozaban hitos de recaudación al tiempo que abrían nuevas formas o imponían modelos a imitar. Nadie ignora que Cameron fue el creador de Titanic, de Avatar, de Terminator e incluso de la segunda entrega de Aliens. Pero pocos recuerdan que Cameron fue el autor, hace ya 20 años, de un filme intranscendente en apariencia titulado Mentiras arriesgadas. Aquella comedia convirtió a Arnold Schwarzenegger en un histrión capaz de navegar con convicción y matices por las envenenadas aguas del humor y la parodia. Y al hacerlo, Cameron mostraba que supo entender que además de músculos de escaparate, el actor que dio vida a Conan, podía conjugar el smoking con la vida familiar, la responsabilidad paterna con el deber del espía.
Espías tiene en su estructura nuclear parecida hemoglobina. Como en aquella Mentiras arriesgadas, aquí se construye una simpática burla al modelo emblematizado por James Bond, el agente más famoso de su majestad la reina de Inglaterra. Por esos ecos y por coincidencia con las fechas, las reseñas sobre Espías no pueden evitar hablar de Kingsman y de Matthew Vaughn, película y director con quienes este filme y Feig mantienen muchos puntos de tangencia. Entre otros, su deseo de fundir la acción con el humor; la ironía con el suspense y la aventura. La novedad, el detalle que más singulariza a Espías, estriba en que la protagonista, una muy convincente Melissa McCarthy, es una mujer de oronda figura y, en apariencia, escasa capacidad física para la lucha cuerpo a cuerpo. Una secretaria sedentaria que se metamorfoseará en un relato de liberación femenina. El realizador, Paul Feig, curtido en el mundo de la televisión y autor de La boda de mi mejor amiga, con un guión menos brillante que el de Vaughn, mantiene el pulso a fuerza de convicción y pulcritud. No cede a lo fácil ni se recrea en lo obvio. Eso le supone una lenta entrada pero una sólida salida. Al final, la sensación es que Feig no trata al espectador con displicencia.
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