El dolor y la culpa

foto-cautivosTítulo Original: CAPTIVES Dirección: Atom Egoyan Guión: Atom Egoyan, David Fraser Intérpretes: Ryan Reynolds, Scott Speedman, Mireille Enos, Rosario Dawson, Bruce Greenwood y Kevin Durand Nacionalidad: Canadá.  2014 Duración: 113 minutos ESTRENO: Mayo 2015

Hubo un tiempo en que Atom Egoyan cortaba el aliento. Sus películas, siempre esperadas, siempre sorprendentes, se comportaban como precisos mecanismos que diseccionaban las oscuros humores del alma humana. Nadie como él desnudaba la amarga sensación de abismarse en el sentimiento de culpa. Nadie como él para escenificar la soledad del ser en la sociedad del tener, en un mundo de confort económico y dolor psicótico atrofiado por inexplicables tumores desenterrados por los fantasmas del pasado y los miedos del presente.
Durante años, Egoyan era garantía de alto cine en el que no había lugar para la dejación ni el relajo. Cierto que en su trayectoria, Atom Egoyan pasó de un pétreo hermetismo inicial, el plausible anhelo de originalidad y singularidad del que empieza, a un sereno equilibrio que alcanzó su plenitud en obras como El liquidador, Exótica y El dulce porvenir.
La entrada en el nuevo milenio comenzó a desvelar en sus nuevas películas una alarmante pérdida de fuerza a partir de que en ellas se vislumbrara la reiteración de una serie de procesos que no eran sino sus señas de identidad. Desequilibrado por ello, y quizás deseoso de abrirse nuevos mercados, Egoyan comenzó a debilitar su precisa prosa. De repente, aquellas piezas de salón, indestructibles, poéticas y escalofriantes, devinieron en arabescos formales que parecían no poder culminar unos buenos arranques por falta de sustento narrativo.
Cautivos no recupera el extraordinario tono de los 90 pero durante bastantes minutos reivindica que, aunque Egoyan no encuentra algo con lo que sentirse identificado, sí al menos nos regala la rotundidad de su puesta en escena, su dominio del tempo y su indudable capacidad de fundir tensión y perversidad. De eso va este duelo por la desorientación del ser humano. Aquí ese arranque pletórico con ecos lejanos de lo que fue, sabedor de que se debe a un relato de género, cumple mucho mejor que en anteriores entregas y parece sugerir que todavía es posible que el Egoyan de antaño renazca en la próxima película.
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