Cuando el gran triunfador del Oscar 2015, Alejandro González Iñárritu, calificó a las películas de superhéroes de genocidio cultural, no lo hizo pensando en La era de Ultrón. Probablemente ni siquiera sabía que se estaba rodando. Iñárritu lo que hizo fue reiterar lo que en su película, Birdman, se hace evidente: que el director mexicano fue un niño sin tebeos.

El status de Fred Schepisi le condena a ese pelotón de directores cuyo nombre no se olvida nunca del todo pero al que nunca se le echa de menos. Está ahí y siempre al frente de películas destinadas a ser carne de pelotón, gregarios ajenos a los que nunca se les invitará a la noche del Oscar y raramente conseguirán récords de taquilla.

Así como los accidentes de circulación suponen la mayor intromisión del azar y la muerte en las acomodadas existencias de la clase media de la sociedad del bienestar; la boda y su ritual, parece ser el gran evento, ese pequeño y fugaz fogonazo de glamour para esas vidas comprometidas con una rutina sin sobresaltos. Convertido en un subgénero, el número de películas que gira en torno a una boda crece cada momento.