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Transexualidad a ritmo de Vértigo

foto-unanuevaamiga1Título Original: UNE NOUVELLE AMIE Dirección y guión:   François Ozon Intérpretes: Romain Duris, Anaïs Demoustier, Raphaël Personnaz, Isild Le Besco, Aurore Clément, Jean-Claude Bolle-Reddat y Bruno Pérar País: Francia.  2014 Duración: 105 minutos ESTRENO: Mayo 2015

Más versátil que Pedro Almodóvar, cineasta con el que se le comparó por muchas razones y no sólo estilísticas, François Ozon ha edificado una filmografía diversa y resbaladiza. De hecho, nunca se puede adelantar qué género abordará en su nueva entrega, hacia dónde se moverán sus intereses ni de qué iran sus historias. Puede gustar más o menos, pero siempre sorprende y siempre incomoda. Basta con rememorar sus cuatro últimas películas para comprobarlo: El refugio (2010); En la casa (2012); Joven y bonita (2013) y Una nueva amiga (2014). Como se ve, todas se mueven en registros diferentes, no sólo por el tono, sino por los temas e incluso por la prosa. Entre sí parecen tan distintas que no se dirían relatadas por la misma persona.
Y sin embargo… si se hila fino se puede detectar un tejido subterráneo y verificable, una estructura articulada en torno a la libertad sexual, la mujer y los fantasmas que los (a)cercan. Ahí, en ese campo minado por el riesgo y la procacidad es donde hay que indagar para saber dónde crecen los intereses de un cineasta que compone bien y provoca más.
En Una nueva amiga, Ozon no se reprime lo más mínimo. Con secuencias de pirotecnia de lujo y situaciones de alto desconcierto, el filme se abre con un relámpago narrativo en la línea de Up. Así, en pocos minutos, Ozon con ironía recrea el crecimiento y la complicidad de dos amigas íntimas. Se criaron juntas, compartieron infancia y adolescencia y al mismo tiempo llegaron al altar. Son idénticas, miran al mismo espejo pero éste devuelve reflejos opuestos.
Ese despegue al galope se corta de súbito. Entonces la acción se congela, un quiebro al estilo de Psicosis, una muerte inesperada y, tras ella, el relato adquiere otro rumbo. Una suerte de Vértigo, (va la segunda referencia a Hitchcock), con la que Ozon se propone bucear en algo tan sencillo como mil veces negado, la libertad de vivir el género y la transexualidad, la posibilidad de ser padre y madre al mismo tiempo.
Ozon, que no niega sus proximidades tangenciales con Almodóvar, prefiere reiterar su deuda con Buñuel por un lado y con el cine clásico de Hollywood, siempre presidido por rotundas presencias femeninas, por el otro. De ambos universos se llena esta Una nueva amiga a la que se recomienda ver desde la distancia. François Ozon se comporta como señor de su película de fetichismo y glamour. Lo que significa que hace lo que le da la gana. Y ese “lo que le da la gana”, pervierte códigos, se burla de lo previsto y se libera del corsé causa-efecto.
Con Romain Duris convertido en el pulmón de la película y Anaïs Demoustier, una actriz con mucho menos margen de maniobra por imperativo del guión, como réplica esencial, Ozon desconcierta por la osadía de un libreto que nació en pleno delirio derechista en la Francia que se manifestaba airadamente contra el matrimonio homosexual.
Al delirio social y a la intolerancia, Ozon responde con más delirio y con una alta dosis de exageración. Una hipérbole nada gratuita ni desorientada, por más que lo pueda parecer. Sin embargo, la operación, en su acumulación de extrañamientos y extravagancias, se rompe por los goznes del verosímil y la identificación. Nada es creíble en este relato pero tampoco Ozon confía en la fe del espectador. Prefiere apelar al goce, a la tolerancia y al retruécano. Con ello no garantiza la bondad de sus películas pero sí promete obras inclasificables, beligerantes y singulares. Como esa extraña mujer que vive en la casa del marido de la mejor amiga muerta.

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