Cine viejo, director joven

foto-mommyTítulo Original: MOMMY Dirección, guión y montaje: Xavier Dolan  Fotografía: André Turpin  Intérpretes: Anne Dorval, Antoine-Olivier Pilon, Suzanne Clément, Patrick Huard, Alexandre Goyette y Michélè Lituac País: Canadáa. 2014 Duración: 139 mjnutos  ESTRENO: Diciembre 2014

El punto de partida de Mommy no es real, tampoco lo es su tratamiento por más que el excelente trabajo interpretativo de sus principales actores resulte muy convincente. Mommy, a veces resulta estremecedor. Siempre es intenso, maquiavélicamente intenso. No hay nada espontáneo, nada fuera del férreo control y del extremo artificio que circunda a este inquietante filme disfrazado de melodrama, pero con alma de cine de terror en su núcleo más profundo. Dirigido, coproducido, escrito y editado por el canadiense Xavier Dolan, Mommy se presentó en la última edición de Cannes para ser aclamada por todos. Algo no se le puede negar, que es cine de alta ambición e inteligente precisión. Nada es fortuito, aunque eso no implique necesariamente que todo en ella sea necesario.
Desde su atípico formato cuadrado, formato que se rompe en dos ocasiones para acentuar todavía más su alma de constructo especular, hasta el tema, la terrible epopeya de una madre y su hijo, cuya inestabilidad mental representa una amenaza letal en un imposible equilibrio, todo en el filme se llena de una voracidad emocional perturbadora. Xavier Dolan fue premiado ex-aequo junto a Godard en Cannes. ¿Un juego paradójico? Sin duda. El más joven reconocido junto al más veterano. Un guiño al cine de ayer, un saludo al de mañana y una genuflexión ante el cine eterno de provocación y desgaste. La decisión del jurado, presidido por la única mujer que ha ganado en Cannes, Jane Campion, levantaba un interrogante sobre el propio oficio del cine. Dolan alcanza en su quinto largometraje ese punto de solidez que garantiza que la procacidad del niño deviene en la serenidad del joven avejentado. Su Mommy no permite dudar del oficio de Dolan, de sus pretensiones, ni de sus felices engarces y requiebros. Pero la savia nutriente que enlaza la pesadilla de una madre y su hijo no está alimentada por el dolor de quien sabe qué significa el drama que representan, sino por el tremendismo de quien araña un tronco sin importarle la hondura de sus raíces ni la autenticidad de sus quebrantos.
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