Resulta resbaladizo y difícil imaginar qué lugar ocupará dentro de unos años en el panorama de nuestro cine un director como Álex de la Iglesia, cuya obra, al menos la realizada hasta ahora, parece moverse feliz en una montaña rusa capaz de convocar algunas de las mejores secuencias nunca filmadas por directores de nuestro entorno, junto a decepcionantes (re)soluciones rotas por urgencias inexplicables o malogradas por no poder mantener el brillante horizonte que se marca en sus despegues.
El punto de partida de Mommy no es real, tampoco lo es su tratamiento por más que el excelente trabajo interpretativo de sus principales actores resulte muy convincente. Mommy, a veces resulta estremecedor. Siempre es intenso, maquiavélicamente intenso. No hay nada espontáneo, nada fuera del férreo control y del extremo artificio que circunda a este inquietante filme disfrazado de melodrama, pero con alma de cine de terror en su núcleo más profundo.
El cine francés -su industria y sus poderes-, crece en Europa de manera imparable y exponencial. Dentro de pocos años, a este paso, todo el cine europeo será francés o no será europeo. Ni Alemania, ni Italia, ni Gran Bretaña, ni tampoco, por supuesto, España, pueden rivalizar con una cinematografía apoyada por su gobierno y sostenida por su público.