Nuestra puntuación
Pirotecnia helada
Título Original: THE HOBBITT, THE BATTLE OF THE FIVE ARMIES Dirección: Peter Jackson Guión: Philippa Boyens, Peter Jackson, Fran Walsh, Guillermo del Toro (Novela: J.R.R. Tolkien) Intérpretes: Martin Freeman, Ian McKellen, Richard Armitage, Luke Evans, James Nesbitt, Aidan Turner,Nacionalidad: EE.UU. 2014 Duración: 144 minutos ESTRENO: Diciembre 2014
El último canto de El Hobbit, según la versión de Peter Jackson, comienza con una batalla de fuego y culmina con una pesadilla helada. Entre medio, apenas quedan unos ecos lejanos del espíritu de la obra de Tolkien. Nada parece haber aquí de la ligereza originaria de aquella aventura de Bilbo tentado por Gandalf para dejar atrás una vida tranquila en pos de una aventura imposible. Sin noticias de Gollum, porque se ha estirado su argumento hasta borrar en él las posibles urdimbres narrativas que lo construyeron, y sin una estructura dramática que singularice la voz propia de esta entrega, la sensación que provoca es la de ser un larguísimo tráiler sincopado con las escenas más espectaculares y más atronadoras de algo que ya vimos antes, en El señor de los anillos, y en las entregas anteriores de esta precuela.
Todo en esta hora final, en la que ya no hay tiempo para el arrepentimiento, se llena de solemnidad y desfiles, de exhibición obscena del poder de la producción. Aquí solo hay una descomunal coreografía magnetizada por la simetría y el compás… arrebatada por lo mismo que tanto gustaba al pueblo alemán cuando las tropas de Hitler desplegaban sus estares y sus paranoias por las calles berlinesas.
Trompetas y timbales resuenan en esta entrega sin alma que se despliega bajo la sospecha de un déjà vu amortizado por la indudable capacidad de Jackson para la acción. Nuevamente asistimos a la sublimación del truco digital, a la ebriedad del infinito barato que consiste en clonar y clonar las mismas figuras. Demasiadas lanzas para tan poco personaje. Pero es que incluso eso, los personajes aquí se han quedado sin nada que decir. A Jackson le sucede lo que a algunos trasnochadores cargados de dopaje y cansancio, que no reparan en que a partir de cierta hora de la noche, lo que se dice o ya se había dicho o no había que decirlo. Esta batalla con la que culmina el Hobbit ya estaba contada y nada aporta que Jackson acuda a la farsa para caricaturizar lo que no lo era.
Todo en esta hora final, en la que ya no hay tiempo para el arrepentimiento, se llena de solemnidad y desfiles, de exhibición obscena del poder de la producción. Aquí solo hay una descomunal coreografía magnetizada por la simetría y el compás… arrebatada por lo mismo que tanto gustaba al pueblo alemán cuando las tropas de Hitler desplegaban sus estares y sus paranoias por las calles berlinesas.
Trompetas y timbales resuenan en esta entrega sin alma que se despliega bajo la sospecha de un déjà vu amortizado por la indudable capacidad de Jackson para la acción. Nuevamente asistimos a la sublimación del truco digital, a la ebriedad del infinito barato que consiste en clonar y clonar las mismas figuras. Demasiadas lanzas para tan poco personaje. Pero es que incluso eso, los personajes aquí se han quedado sin nada que decir. A Jackson le sucede lo que a algunos trasnochadores cargados de dopaje y cansancio, que no reparan en que a partir de cierta hora de la noche, lo que se dice o ya se había dicho o no había que decirlo. Esta batalla con la que culmina el Hobbit ya estaba contada y nada aporta que Jackson acuda a la farsa para caricaturizar lo que no lo era.