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Unidos hasta la muerte
Título Original: GONE GIRL Dirección: David Fincher Guion: Gillian Flynn; basado en su novela Intérpretes: Ben Affleck, Rosamund Pike, Neil Patrick Harris, Tyler Perry, Carrie Coon, Kim Dickens, Patrick Fugit, Emily Ratajkowski y Missi Pyle País: USA. 2014 Duración: 149 minutos ESTRENO: Octubre 2014
Escoger a un actor como Ben Affleck para cargarle con el peso de un relato como el de Perdida nos retrotrae a la estrategia seguida por Kubrick para su última película; Eyes Wide Shut. Affleck, como Cruise, provoca en la platea una profunda desconfianza. A ambos les pasa como a algunos jugadores de fútbol, juegan más de lo que se les reconoce y son mejores de lo que se les trata. Pero no terminan aquí las semejanzas entre ambos filmes. Si Kubrick abría la caja de Pandora de los deseos, los celos y la culpa; Fincher hace otro tanto en torno a la idea de venganza. En realidad ambos filmes diseccionan la institución matrimonial, ese delicado sostén que consagra la monogamia con brochazos de perversidad.
A diferencia de Kubrick, a Fincher, un cineasta que ya era importante desde su comienzo, le interesan poco las heridas sentimentales y mucho el engaño y las apariencias. Lo grave es que Perdida abre la faena con mucha verborrea y manifiesta desgana. En Millennium, Fincher perforaba en la pulsión sexual y la fidelidad, en Perdida todo se torna hipérbole manierista con gotas de misoginia.
Basada en una obra de éxito, adaptada por su propia autora, a Perdida le sobra retórica y le falta convicción. Sus personajes y la deriva de su naufragio, la disección sobre los medios de comunicación, la Justicia y los prejuicios, da lugar a un festín técnico. A estas alturas Fincher rueda con brillantez y solemnidad. Pero su cámara no se emociona, de hecho no lo ha hecho nunca. Se han querido ver indicios de un clasicismo formal, que en realidad enmascara el mismo repertorio de siempre. A Fincher le fascina el retruécano, el encadenamiento, el encaje de bolillos. Sus criaturas son cebo de lo que debe protegerlas y sus psicopatías, de manual. Si se sobrevuela su argumento, en Perdida se perciben rastros de su cine anterior, una implacable lección de cámara y una preocupante desidia para insuflar aliento a una femme fatal y vida a su verdugo/víctima.
A diferencia de Kubrick, a Fincher, un cineasta que ya era importante desde su comienzo, le interesan poco las heridas sentimentales y mucho el engaño y las apariencias. Lo grave es que Perdida abre la faena con mucha verborrea y manifiesta desgana. En Millennium, Fincher perforaba en la pulsión sexual y la fidelidad, en Perdida todo se torna hipérbole manierista con gotas de misoginia.
Basada en una obra de éxito, adaptada por su propia autora, a Perdida le sobra retórica y le falta convicción. Sus personajes y la deriva de su naufragio, la disección sobre los medios de comunicación, la Justicia y los prejuicios, da lugar a un festín técnico. A estas alturas Fincher rueda con brillantez y solemnidad. Pero su cámara no se emociona, de hecho no lo ha hecho nunca. Se han querido ver indicios de un clasicismo formal, que en realidad enmascara el mismo repertorio de siempre. A Fincher le fascina el retruécano, el encadenamiento, el encaje de bolillos. Sus criaturas son cebo de lo que debe protegerlas y sus psicopatías, de manual. Si se sobrevuela su argumento, en Perdida se perciben rastros de su cine anterior, una implacable lección de cámara y una preocupante desidia para insuflar aliento a una femme fatal y vida a su verdugo/víctima.