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Soledad en familia
Título Original: NEBRASKA Dirección:  Alexander Payne Guión: Bob Nelson Intérpretes: Bruce Dern, Will Forte, June Squibb, Bob Odenkirk, Stacy Keach, Mary Louise Wilson, Rance Howard y  Tim Driscoll Nacionalidad: EE.UU. 2013 Duración:  114 minutos ESTRENO: Febrero 2014
 
Alexander Payne, buen conocedor del cine español, declaraba no hace mucho que quizá  Pepe Isbert hubiera sido un actor ideal para Nebraska. También, decía, le habría gustado Fernando Fernán Gómez, aunque este último, apostillaba, quizá hubiera sido demasiado solemne. Tal vez se trató de una concesión al periodista español que le entrevistaba, pero lo que sugiere esa hipótesis es algo que se presiente tras la proyección de Nebraska. Pese a los premios y parabienes que recaen en Bruce Dern, hay algo en su interpretación que impermeabiliza al personaje, una suerte de crujido e incomodidad. Se nos dice cómo es, lo que ha sido su historia, pero entre la información suministrada y la que denota el personaje filtrado por la actitud del actor, se abre un foso insalvable.   
Experto en construir personajes con asperezas y espinas, con rugosidades y descosidos, Alexander Payne aparece como un solvente descriptor de la realidad. En este filme, que se ubica en un espacio geográfico en el que se autorreconoce, Payne, como hiciera con A propósito de Smichdt (2003), ofrece como dulce lo que en su espina vertebral desprende desolación. 
No muy alejada de la epopeya que hace 14 años convocó David Lynch para hacerse reconocer por quienes se niegan a disfrutar de sus trabajos, The Straight Story, aquí, en Nebraska como allí, en el filme de David Lynch, asistimos al viaje iniciático y crepuscular de un anciano. Un pretexto para radiografiar la América profunda; un ardid para diseccionar las miserias de la familia y la grasa de la complacencia por lo melancólico. Con la excusa de un viaje condenado al fracaso, cobrar un falso premio, un anciano con principio de demencia retorna al lugar de su origen en compañía de uno de sus hijos. La noticia de que ha ganado un millón de dólares desata bajas pasiones y pone en entredicho la escasa calidad moral de un paisanaje al que Payne retrata sin piedad ni edulcoramiento. Maestro en levantar la alfombra de la miseria moral de nuestro tiempo, Payne conforma un retrato demoledor. Su bella fotografía hace de un paisaje épico un espacio patético. Y su habilidad para desnudar personajes mezquinos, hacen de Payne un excelente trovador de la mediocridad de nuestro tiempo.
 

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