Los «diecisiete minutos de aplausos» que recibió este filme en su estreno veneciano se convirtieron en consigna. Era la prueba de que Pedro y sus «chicas» habían vuelto a triunfar.
Jawad Rhalib, director de «Amal», lleva años documentando la realidad sin paños calientes ni prejuicios interesados. En consecuencia, sabe que nada es simple, que entre el discurso xenófobo de la extrema derecha y el buenismo ingenuo de la corrección política, debe haber una forma de coger al monstruo antes de que crezca tanto que acabe por devorarnos a todos o que todos formemos parte de él.
Kei Chika-ura nacido en Japón hace 47 años, parece un monje budista, pero en realidad es guionista y director de cine. En su corta obra figuran un par de cortometrajes y su primer largo: «Complicity» (2019), una apreciada crónica sobre un inmigrante chino sin papeles en el Japón de ahora.
Bajo el falso nombre de Aranzazu Berradre, una joven policía de apenas 20 años, hoy todavía anónima para la sociedad y quizá para siempre, asumió un descenso al inframundo que se prolongó durante 8 años.
Cuando empezó a gestarse «Robot salvaje», la compañía Dreamworks hizo correr la noticia de que sería su última película de animación grabada en sus estudios. Una semana después de su estreno, se anuncia que la segunda parte llegará pronto.
En formato 4:3, con escala cromática propia del cine amateur setentero y con un ritmo anfetamínico, speed de receta; las dos horas del nacimiento y formación de una bestia llamada Donald Trump dan noticia del ser más ridículo de la colección de líderes políticos patéticos que hoy gobiernan o intentan gobernar el mundo.
Lo esencial, o sea lo sustancial de «La sustancia» ni se anda por las ramas ni se reviste de corrección formal. Aunque ganó la Palma de Cannes al mejor guion, nada sabe, ni nada quiere, de esa coartada intelectual del cine que tanto se premia en los festivales.
Si sorprendente fue «Joker» (2019) todavía sorprende más -como el anciano de Goya del «Todavía aprendo»- este «Joker: Folie á Deux» (2024) que culmina cantando el «Ne Me Quitte pas» de Jacques Brel.
La muerte es el contexto, el detonador de una situación en la que lo que se pone en juego pertenece a la vida. Pero lo propio del vivir (y del convivir) no puede resumirse en un único sentimiento, en un solo suceso, en una única pasión.
Resulta arduo atender a (y entender) las decisiones de Francis Ford Coppola en «Megalópolis» sin olvidar que se trata del autor de algunas de las películas más influyentes y decisivas del último tercio del siglo XX.