Título Original: SAINT MAUD Dirección y guión: Rose Glass  Intérpretes: Morfydd Clark, Jennifer Ehle, Turlough Convery, Lily Knight, Lily Frazer y Faith Edwards País:  Gran Bretaña. 2019  Duración:  64  minutos

Ira divina

Maud, un término de origen irlandés que viene a significar algo así como “doncella valiente en la batalla” es el nombre de la protagonista de este extraño relato lleno de excelentes referencias y víctima de una discreta carrera comercial,  porque lo comercial no es su carrera. Con él debuta Rose Glass, una directora británica proveniente de Essex y nacida hace ahora 30 años. Se presentó hace más de un año en el festival de Toronto, hace un par de meses fue vista en Sitges y ahora por fin llega aprovechando, tal vez, que los grandes estudios han decidido esperar a tiempos sin virus, para estrenar.
Sea como fuera, es una suerte poder encontrarse a “Saint Maud” en una sala de cine y regodearse con los guiños que Rose Glass, consciente o inconscientemente, dedica a los mejores referentes del cine de terror de los 70. En aquellos años, los progenitores de Rose Glass ni siquiera se habían conocido, pero es el cine de Roman Polanski, de William Friedkin o incluso de Richard Donner donde mejor acomodo encuentra esta obra que, por otra parte, tiene a Paul Schrader como santo y guía.
Por más que “Saint Maud” desde sus minutos iniciales evoque la arquitectura de “El exorcista”, esas escaleras por las que desciende su protagonista, una enfermera desequilibrada por una religiosidad malsana, y sin negar que la idea de lo demoníaco, la insania y la fatalidad del mal todo ello tan polanskiano, adornen el fondo de esta epopeya, lo que aquí se vislumbra sabe mucho del veneno del pecado, de la locura metafísica, de los monstruos de la fe.
El frágil equilibrio emocional de Maud alcanza su fase febril cuando entra al servicio de Amanda, una brillante coreógrafa y bailarina postrada en el lecho por un cáncer terminal que lentamente la está corroyendo. Del cruce entre Amanda y Maud, del duelo entre la lucidez agnóstica de una condenada a muerte y el arrebato esquizofrénico de una creyente desquiciada, surge el fuego que abrasa y arrasa un debut saludado positivamente. De lo dicho hasta aquí, se desprende que encontrarse en el tiempo presente con una joven directora capaz de mirar frente a frente y sin complejos a Scorsese o a Bergman, merece mucho más que un voto de confianza y apoyo.
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