En 1998, Mateo Gil dirigió un cortometraje lleno de mala leche: “Allanamiento de morada”. Entonces tenía 26 años, pero no era un recién llegado. Dos años antes había triunfado con “Tesis”, suyo era el guion -como lo serían la mayor parte de los que luego filmó Amenábar-, y ya, en 1993, es decir con 21 años, había dirigido su primer cortometraje (re)conocido.
Cualquier atisbo de verosimilitud y profundidad en el retrato que Le Bornin hace de De Gaulle salta por los aires cuando nada más empezar se asiste a una escena en plena trinchera francesa.
Definitivamente lejos de la imagen épico-hollywoodense del Unamuno de Amenábar, este documental abraza el desesperado rigor de quienes bucean en la historia con la misión imposible de reconstruir la realidad.
Christian Petzold, uno de los pesos pesados del cine alemán contemporáneo, practica un cine personal, arriesgado, excéntrico y radical. Eso significa que sus películas, para bien o para mal, siempre se abisman. Eso es así porque Petzold se deja la piel con ellas, aunque ellas pueden serle erráticas, excesivas e incluso fallidas.
En 2002, “En un lugar de África” puso el Oscar en manos de Caroline Link. Fue la ganadora en la categoría que menos interesa a Hollywood, la de la película en lengua no inglesa. Como es sabido, ese apartado se vota masivamente solo por los jubilados de la Academia.
Entre “Bi anai” y “Hil Kampaiak” circula la misma sangre. Ambas comparten el mismo ADN, las dos transitan por idéntica cartografía. No hay ninguna duda sobre su origen.
Si como se nos dice en la película, “Sama” significa cielo, el título en castellano de este filme sería “para el cielo”; un trampantojo de ruinas, un espejismo de dos caras. Doble cara porque ese cielo al que se refiere se presenta bajo un ambiguo valor alegórico.
Hijo de Bertrand Tavernier, Nils Tavernier estaba predestinado para dedicarse al cine desde el mismo día de su nacimiento, el 1 de septiembre de 1965. Poco antes de ser concebido, su padre, el joven Bertrand Tavernier, había cumplido 24 años cuando tuvo a su primogénito, acababa de pasar su prueba de fuego.
Pablo Malo dirige y se hace invisible. Y Pedro Olea, un contador de historias que a sus 82 años confiesa que guarda un montón de proyectos en su escritorio, en contra de su costumbre, se convierte en la materia del relato.
Se han cumplido 25 años del estreno de “Sentido y sensibilidad”. Aquel filme de Ang Lee, supuso un enorme éxito de taquilla y la entrada a Hollywood por la puerta grande del notable cineasta taiwanés. Hasta ese momento Lee se había movido en los humildes arrabales del cine llamado independiente.