En 1998, Mateo Gil dirigió un cortometraje lleno de mala leche: “Allanamiento de morada”. Entonces tenía 26 años, pero no era un recién llegado. Dos años antes había triunfado con “Tesis”, suyo era el guion -como lo serían la mayor parte de los que luego filmó Amenábar-, y ya, en 1993, es decir con 21 años, había dirigido su primer cortometraje (re)conocido. 

Christian Petzold, uno de los pesos pesados del cine alemán contemporáneo, practica un cine personal, arriesgado, excéntrico y radical. Eso significa que sus películas, para bien o para mal, siempre se abisman. Eso es así porque Petzold se deja la piel con ellas, aunque ellas pueden serle erráticas, excesivas e incluso fallidas.

Si como se nos dice en la película, “Sama” significa cielo, el título en castellano de este filme sería “para el cielo”; un trampantojo de ruinas, un espejismo de dos caras. Doble cara porque ese cielo al que se refiere se presenta bajo un ambiguo valor alegórico.

Hijo de Bertrand Tavernier, Nils Tavernier estaba predestinado para dedicarse al cine desde el mismo día de su nacimiento, el 1 de septiembre de 1965. Poco antes de ser concebido, su padre, el joven Bertrand Tavernier, había cumplido 24 años cuando tuvo a su primogénito, acababa de pasar su prueba de fuego.

Se han cumplido 25 años del estreno de “Sentido y sensibilidad”. Aquel filme de Ang Lee, supuso un enorme éxito de taquilla y la entrada a Hollywood por la puerta grande del notable cineasta taiwanés. Hasta ese momento Lee se había movido en los humildes arrabales del cine llamado independiente.