Será solo casualidad, nadie lo discute, pero sigue bajo sospecha la coincidencia de dos naufragios en el mismo sitio. Tanto Orson Welles como Terry Gilliam, dos americanos errantes en Europa, dos yanquis fugitivos, desterrados de EE.UU. por iconoclastas, por irreverentes y por indomesticados, se obsesionaron con la locura de don Quijote.