Christian Petzold recurre a un artificio cronológico, una suerte de anacronía voluntaria que resulta esencial para configurar la naturaleza de “En tránsito”. Filma un relato que acontece en los años 40 en escenarios de arquitectura contemporánea, no los disfraza. Sus personajes huyen en el pasado pero, como teletransportados en una filigrana cuántica, habitan el ahora.
La decisión final, la mano que pulsa el botón rojo que abre las puertas al infierno del porvenir, la asume alguien no alumbrado por mujer alguna. Bandear campanas que remiten a Shakespeare al hablar de esta película puede parecer excesivo.
Lo esencial en “Desobediencia” siempre transcurre en el fondo, detrás de los personajes, en una escenografía interior que se agita con sigilo en la zona oscura de una comunidad judía ortodoxa. Estamos en Londres. En tiempos no muy alejados del aquí y el ahora.