Hay un momento vertebral en este filme donde guionista y director traspasan el umbral del verosímil. A partir de allí, le es dado a la persona espectadora de este relato poner en duda todo lo que hasta ese momento creía ver. Dicho de otro modo, tras el estupor de asistir a una actitud inesperada, surge la claridad de vislumbrar que lo real no es lo que creía.

Tras unas imágenes de archivo que sirven para documentar cómo cambió el mundo en el comienzo de los 70, un golpe brusco nos devuelve a la realidad (re)creada. La autenticidad de un grupo de hippies setenteros da paso al artificio de la vida de provincias en la Suiza profunda de 1971. Allí, con carácter de confesión personal, de diario que rememora lo que parece una autobiografía, se despliega un filme creado para gustar.

La novela que alimenta la película de Albert Dupontel fue un auténtico fenómeno editorial en Francia. Ganadora del premio Goncourt 2014, se presentó justo en el momento en el que Europa rememoraba con estremecimiento el comienzo, cien años atrás, de la primera guerra mundial. Su autor, Pierre Lemaitre tuvo olfato y supo aparecer con ella en el lugar indicado y en el tiempo preciso.