A Hirozaku Kore-eda (1962), como a Naomi Kawase (1969), dos cineastas de referencia inexcusable para hablar del cine japonés del siglo XXI, el hecho de la procreación le significó una perceptible mutación, no en su estilo pero sí en su tono. Si en el caso de Kawase, la directora llegó a obsesionarse con los procesos de la gestación hasta filmar ensimismada las bonanzas del parto natural, a Kore-eda, ser padre le ha llevado a buscar esperanza allí donde antes todo era incertidumbre.

En un documental de visión aconsejable, The Kingdom of Dreams and Madness, Mani Sunada desnuda el canto del cisne del Estudio Ghibli. Sin espacio aquí para abundar en lo que eso significa, basta referir que Sunada narra allí el proceso de gestación de El viento se levanta de Miyazaki y El cuento de la princesa Kaguya de Takahata. O sea, las últimas batallas de los dos hombres fuertes de un estudio de leyenda.

Hacia el final de su metraje y por un fugaz momento, la sombra de Totoro parece que va a ser convocada en El recuerdo de Marnie. Corresponde al momento en que dos personajes se internan en un bosque llevando sendos paraguas abiertos. No aparece el fantástico personaje emblema de la factoría Ghibli, Totoro, pero eso no impide que percibamos el aliento de Hayao Miyazaki en todo el filme.