Pelea otra vez Balboa

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Título Original: CREED Dirección: Ryan Coogler     Guion: Ryan Coogler y Aaron Covington Intérpretes: Michael B. Jordan, Sylvester Stallone, Tessa Thompson, Phylicia Rashad, Will Blagrove y Juan-Pablo Veza País: USA. 2015 Duración: 132 minutos ESTRENO: Enero 2016

Rocky 7, como se conoce familiarmente la última entrega de Silvester Stallone en la piel de Balboa, parece cerrar el círculo de la vida haciendo suyo un volver a empezar. Lo que emerge en esta obra crepuscular es lo que se formulaba en la primera entrega de Rocky, aquella con la que Stallone se ancló a un personaje que no le ha abandonado jamás. Un argumento tópico y un guión simple es cuanto necesita este filme para reiterarse en un proceso que gira en torno a la épica del perdedor capaz de sublimar su destino. Lo paradójico de Stallone, la antítesis de un cineasta comprometido, es que, sin ningún afán ensayístico, sin ver ni prever lo que ha pasado, ha conseguido con estos siete filmes lo que Richard Linklater destiló a través de un trabajo de orfebrería y tiento extremo, Boyhoood (2014). Es decir, a través de estas siete películas, Stallone filma la edad, capta la metamorfosis de la existencia y retrata la crónica sin maquillajes, en su caso, de cuarenta años.
Eso es lo que aflora tras la visión de estas siete películas, lo que sin duda impregna a este último capítulo de un singular valor añadido. Así como la ignorancia de algunos observadores analfabetos se queja de que hay cineastas orientales que filman el crecimiento de la hierba, Stallone ha captado la aparición de cada arruga, la irrupción de cada pata de gallo, de las muchas que surcan su castigado y abotagado rostro.
Sin destripar el argumento, algo más expresivo que el vocablo spoiler, la propuesta del guión crece sobre la hipótesis de que el hijo de Apolo Creed (de ahí el título), el rival del primer Rocky inspirado en Cassius Clay (Mohamed Ali), quiere cumplir con su ADN y decide mostrar en un cuadrilátero la legitimidad de su sangre. Bonito arranque que vuelve a poner en marcha al viejo Rocky. Ahora como entrenador, un hombre solitario acompañado por los fantasmas de sus muertos. Lo demás, es más de lo mismo con oficio. y sentimentalidad. Hace cuatro décadas, Stallone arrasó y el Oscar se puso a sus pies. Un ¿artista? que sin quererlo ha alumbrado una pieza incontestable sobre el veneno del tiempo. Si continúa filmando hasta el final, legitimará a esos visitantes que acuden al museo de Filadelfia y en lugar de entrar y apreciar la decisiva obra de Duchamp,se dedican a ver y fotografiar las escaleras donde Rocky preparó la batalla de su vida. Esas donde acaba esta película.

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