Río arriba, siempre río arriba aunque a veces, para salvar la vida, se huya río abajo. Con llagas lacerantes, con heridas que se pudren, arrastrándose sin remedio. Esta agonía en los talones la protagoniza un héroe indestructible al que la parca desdeña con un desdén compulsivo. Esa es la música de fondo que acompaña a El renacido.

ay un niño en el fondo de todo ser humano que se niega a olvidar lo que era propio de sus juegos infantiles. Y hay un tiempo en el que todos somos o fuimos niños. Apelando a ambos extremos, de vez en cuando aparecen títulos eléctricos, películas felices que pellizcan ese resorte ante el que no caben esas varas de medir con la que normalmente evaluamos lo que vemos.

Licenciado en Arte y Semiótica, Todd Haynes sabe que su cine está bien hecho. Él respira plenitud, se sabe seguro y eso se (le) nota. Basta con contemplar una secuencia, cualquiera, la más irrelevante de las sólidas imágenes que labran este filme, para percibir que ahí hay un cineasta de prosodia elegante, alta sensibilidad y refinada caligrafía.