Poco después del principio y, luego, algo más tarde, cuando el nudo argumental ya comienza a presentirse, Brooklyn hace directa referencia a dos películas. Una, la primera, es El hombre tranquilo, la obra con la que John Ford homenajeó a Irlanda y levantó con ella un monumento al regreso del emigrante herido. La otra, Cantando bajo la lluvia -la madre de todos los musicales, surgida del entendimiento entre Stanley Donen y Gene Kelly-, es un acto de fe en la vida, una película de esas que hacen cine grande dentro del cine eterno.
Se nos había olvidado que hay dos tipos de películas Coen. Esa lección se formuló poco después de su debut con Sangre fácil. Exactamente, dos años después, cuando presentaron su segundo largometraje, Arizona Baby. Desde entonces y durante los primeros años, cada nuevo estreno de los Coen, era recibido con temor. Si había noticias de que la cosa iba en serio, de que se adentraban en el género noir, o que al menos no buscaban hacer reir, se sabía que el filme merecería la pena.
Ajena a la cartelera del cine comercial, la cinematografía colombiana, salvo por algunos títulos (La estrategia del caracol, La vendedora de rosas,…), no ha existido entre nosotros porque, tampoco prácticamente existía en su país de origen cuya producción durante los años de coca y plomo fue cercana a cero. Por eso, la presencia inclasificable y radical de El abrazo de la serpiente abre un universo subyugante.