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The west is not the best
Título Original: WEST Dirección: Christian Schwochow Guión: Christian Schwochow (Novela: Julia Franck) Intérpretes: Jördis Triebel, Alexander Scheer, Tristan Göbel, Jacky Ido, Anja Antonowicz Nacionalidad: Alemania. 2013 Duración: 102 minutos ESTRENO: Agosto 2015
Al otro lado del muro se adentra en la Alemania de la esquizofrenia, la que se rompió en dos. Se ocupa de un tiempo yermo, el del final de los años 70. Diez años antes, la esperanza de una transformación había sido devorada por la fuerza del ejército. Diez años antes, decenas de primaveras en medio mundo supieron del horror del poder y de su impermeabilidad a toda idea de cambio.
Argumentalmente lo que pone en imágenes este filme, con un prólogo apoyado en una elipsis de tres años y resuelto con un mismo plano fijo de un edificio sin personalidad ni relevancia, es la odisea de Nelly. Una madre alemana que, en compañía de su hijo, decide iniciar una nueva vida en la Alemania occidental. Tres años antes estaba felizmente casada, pero la muerte de su marido provoca en ella el deseo de huir.
Lo que Schwochow ilustra con austeridad y distancia es un proceso sacrifical, casi una inmolación por la que, a golpe de interrogatorio, sometida a un kafkiano proceso de exámenes, vigilancia, sospechas, delaciones y miedos, la protagonista se abisma hacia una situación delirante. El objetivo es evidente, denunciar la paranoia de la guerra fría de un mundo dividido entre los otros y (nos)otros. En ese sentido, Al otro lado del muro pretende la equidistancia a cambio de perderse en el distanciamiento. En un discutible análisis sobre el cine y la sublevación fascista del 36, la que consolidó la España de Franco, Pablo Iglesias, insistía en que casi ninguna película filmada en los últimos años sobre el tema había sido capaz de escapar de ese espejismo del equilibrio. En esa cuestión, Iglesias designaba una cuenta pendiente; en eso tenía razón. Abordar cinematográficamente hechos históricos no consiste en practicar funambulismos y simetrías sino en asomarse al horror para estigmatizarlo. Y es que Al otro lado del muro, con su alta dosis de buena voluntad, con su viacrucis de contenida sobriedad, le sobra balanceo, le perjudica la hipermelosidad del niño y desde luego, le quiebra el desacierto de un reparto en el que solo la actriz principal, Jördis Triebel, parece creer en lo que está interpretando.
Argumentalmente lo que pone en imágenes este filme, con un prólogo apoyado en una elipsis de tres años y resuelto con un mismo plano fijo de un edificio sin personalidad ni relevancia, es la odisea de Nelly. Una madre alemana que, en compañía de su hijo, decide iniciar una nueva vida en la Alemania occidental. Tres años antes estaba felizmente casada, pero la muerte de su marido provoca en ella el deseo de huir.
Lo que Schwochow ilustra con austeridad y distancia es un proceso sacrifical, casi una inmolación por la que, a golpe de interrogatorio, sometida a un kafkiano proceso de exámenes, vigilancia, sospechas, delaciones y miedos, la protagonista se abisma hacia una situación delirante. El objetivo es evidente, denunciar la paranoia de la guerra fría de un mundo dividido entre los otros y (nos)otros. En ese sentido, Al otro lado del muro pretende la equidistancia a cambio de perderse en el distanciamiento. En un discutible análisis sobre el cine y la sublevación fascista del 36, la que consolidó la España de Franco, Pablo Iglesias, insistía en que casi ninguna película filmada en los últimos años sobre el tema había sido capaz de escapar de ese espejismo del equilibrio. En esa cuestión, Iglesias designaba una cuenta pendiente; en eso tenía razón. Abordar cinematográficamente hechos históricos no consiste en practicar funambulismos y simetrías sino en asomarse al horror para estigmatizarlo. Y es que Al otro lado del muro, con su alta dosis de buena voluntad, con su viacrucis de contenida sobriedad, le sobra balanceo, le perjudica la hipermelosidad del niño y desde luego, le quiebra el desacierto de un reparto en el que solo la actriz principal, Jördis Triebel, parece creer en lo que está interpretando.