Sueciaexploitation

foto-misericordia2Título Original:  KVINDEN I BURET (THE KEEPER OF LOST CAUSES) Dirección: Mikkel Nørgaard   Guión: Nikolaj Arcel a partir de la novela de Jussi Adler-Olsen  Intérpretes: Nikolaj Lie Kaas, Fares Fares, Per Scheel Krüger y Troels Lyby  País: Dinamarca, Alemania y Suecia   Duración: 97 min.  ESTRENO: Junio  2015

Desde la secuencia inicial, una acción policial que se utiliza para describir el carácter de su principal protagonista y el por qué de su maltrecho estado de nervios, todo huele a producto televisivo. Para el minuto cinco, no cabe duda, Misericordia, como señala su título, es lo que hará falta al espectador para poder asumir que este divertimento carece de pretensiones de autor y originalidad; está huérfano de ingenio. Todo lo más, lo único que cabe esperar es que esta manufactura cosida a una moda, la del género negro, esté filmada con corrección.
Corrección hay, o sea: tibia actitud de buen oficio y nulo riesgo. Eso aporta Mikkel Norgaard, un realizador discreto, olvidable y ya olvidado. Sus distribuidores la venden con el reclamo de que el guión ha sido escrito por Nikolaj Arcel, el de Millenium y, como en la trilogía que le precede, la falta de identidad, hacen de Misericordia un filme yermo.
No hay brillo ni singularidad en la historia de un policía contrariado, roto porque sus formas han ocasionado la tragedia de sus compañeros, solitario por insoportable y descreido, por ingenuo. Un cliché que el actor que lo encarna no logra subir de tono. Concebida como si fuera el episodio piloto de una serie, la realidad de Misericordia pone de relieve algo que hace tiempo que se veía venir: las teleseries han sido sobrevaloradas por espectadores perezosos.
Canónica hasta abrazar la ortodoxia más recalcitrante, Misericordia se deja ver sin esfuerzo. Nada en ella resulta irritante, nada en ella será perdurable. Solo representa un capítulo más en una larga tradición de historietas de acción criminal y misterio. En este caso, su grumo argumental se comporta como un Saw desvitalizado y un Millenium des-ideologizado. O sea, carece de mala uva y ni siquiera trata de ahondar en las raíces del mal que recrea. Sin punch, ni denuncia política, todo se descubre como un rito predecible. Más prefijado que el programa de la misa dominical o una tarde de toros, su estreno se propicia porque se piensa en su explotación doméstica. Y es que es eso: puro y duro “sueciaxploitation”.
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