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foto-hablarTítulo Original:  HABLAR Dirección:  Joaquín Oristrell   Guión: Joaquín Oristrell y Cristina Rota   Intérpretes: Sergio Peris Mencheta, Estefanía de los Santos, María Botto, Raúl Arévalo, Marta Etura,  Juan Diego Botto y Mercedes Sampietro  País: España. 2015  Duración: 80 min.   ESTRENO: Junio  2015

Al comienzo del filme, un rótulo avisa que la película ha sido rodada en un plano secuencia. Así lo hicieron precedentes ilustres como Hitchcock con La soga (1948) y Sokurov con El arca rusa (2002). Dos piezas notables que, sin embargo, no se hallan entre lo mejor de las respectivas filmografías de sus hacedores porque, aunque su forma, puro arabesco monumental, tuviera un reto justificado, en ambos casos era víctima del artificio que afecta a esa estructura argumental que corroe su poder expresivo.
Si a Hitchcock y Sokurov esa decisión les pasó factura, a Oristrell, lo arruina. Y lo hace porque al suprimir el corte, se renuncia a la elipsis (esto Sokurov lo resolvía de manera ejemplar cambiando de época), y sin elipsis, todo se vuelve explicativo, artificial. Al concebir el relato en continuidad temporal se convoca a la escena teatral, se renuncia al ritmo por montaje (la esencia del cine), y se ancla en la capacidad interpretativa actoral.
En efecto, el teatro es lo que nos aguarda al final de esta representación. Allí desemboca todo, en la escuela de Cristina Rota, madre de Juan y María Botto, principio, final y leit motiv de este experimento de mucha pasión y escaso acierto. Todo comienza a la salida del metro de Lavapiés, en la boca que conduce hacia la calle Doctor Fourquet, la de las galerías de arte donde, desde hace años, se encuentra la citada escuela de teatro. Una mirada atenta reconocerá allí a quienes luego protagonizarán una suerte de historias cruzadas, un mosaico que pretende ilustrar el naufragio del Madrid de Ana Botella, ese que ahora espera reflotar con la paciencia de Manuela Carmena.
Con mejor voluntad que materiales, Oristrell hiperboliza la expresión cinematográfica y sus actores gesticulan como si lo hiciesen para el patio de butacas. Ese masticar las palabras (y la comida) para que se entiendan desde la lejanía, llena de falsedad y de migas el primer plano. Oristrell y sus intérpretes olvidan que el primer plano no necesita de aspavientos ni gesticulaciones. Si por añadidura, en ese hablar, hay poco decir, no hace falta ser Borbón para pedir: ¿Por qué no se callan?

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