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Pobre condición humana
Título Original: SUITE FRANÇAISE Dirección: Saul Dibb Guión: Matt Charman, Saul Dibb (Libro: Irène Némirowsky) Intérpretes: Michelle Williams, Matthias Schoenaerts, Kristin Scott Thomas, Sam Riley, Margot Robbie Nacionalidad: Reino Unido. 2014 Duración: 107 minutos ESTRENO: Mayo 2015
Con su primer largometraje, Bullet Boy (2004), Saul Dibb no sólo ganó el premio al mejor nuevo director en el equivalente a los Goya británicos sino que sacó a pasear dos virtudes que ya nunca le abandonarían. Un innegable gusto por la banda sonora de sus películas y un acusado rigor por la calidad interpretativa de sus actores. Y ambas cualidades, la música y el talento de sus protagonistas, evitan que Suite Francesa sea víctima del virus de folletín que recorre su estructura ósea. Un argumento cuya matriz se debe a un libro perdido escrito por Iréne Némirowsky durante el tiempo de la Francia ocupada por los nazis en los años 40. La novela permaneció inédita e incompleta hasta que hace unos pocos años el manuscrito fue encontrado y publicado con un enorme éxito de ventas. Milagrosamente había sobrevivido al infierno de Auschwitz donde su autora murió asesinada.
La naturaleza reconciliadora del texto primigenio, una madura y comprensiva relación entre un oficial alemán y una joven recién casada cuyo marido se ha ido al frente para combatir por Francia, ofrecía muchos asideros para conformar una de esas películas que antes se (re)conocían como hechas para el Óscar. Pero eran otras épocas.
Como Saul Dibb había salido indemne de la adaptación de La duquesa (2008) y como había mostrado un sensible equilibrio para agradar a diestro y siniestro, parecía el hombre adecuado para esta traslación. Y Dibb, un director que mira más a David Lean, James Ivory y Richard Attenborough que a Terry Gilliam, Ridley Scott o Christopher Nolan, se aplica con oficio. Lo que significa que Suite Francesa evita el exceso y las zonas oscuras. Sin embargo eso no quiere decir que su película no ofrezca destellos de inquietud e intersticios pantanosos. Una mirada epidérmica solo verá el melodrama romántico. Una lectura más avisada, percibirá que sus personajes se arrastran con una señal de culpa. Dicho de otro modo, es como si desde el fondo del relato, el dolor de Némirowsky llorara en silencio por las contradicciones de la condición humana.
La naturaleza reconciliadora del texto primigenio, una madura y comprensiva relación entre un oficial alemán y una joven recién casada cuyo marido se ha ido al frente para combatir por Francia, ofrecía muchos asideros para conformar una de esas películas que antes se (re)conocían como hechas para el Óscar. Pero eran otras épocas.
Como Saul Dibb había salido indemne de la adaptación de La duquesa (2008) y como había mostrado un sensible equilibrio para agradar a diestro y siniestro, parecía el hombre adecuado para esta traslación. Y Dibb, un director que mira más a David Lean, James Ivory y Richard Attenborough que a Terry Gilliam, Ridley Scott o Christopher Nolan, se aplica con oficio. Lo que significa que Suite Francesa evita el exceso y las zonas oscuras. Sin embargo eso no quiere decir que su película no ofrezca destellos de inquietud e intersticios pantanosos. Una mirada epidérmica solo verá el melodrama romántico. Una lectura más avisada, percibirá que sus personajes se arrastran con una señal de culpa. Dicho de otro modo, es como si desde el fondo del relato, el dolor de Némirowsky llorara en silencio por las contradicciones de la condición humana.