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Rebeldía contra el divorcio
Título Original: A CAMBIO DE NADA Dirección y guión: Daniel Guzmán Intérpretes: Miguel Herrán, Antonio Bachiller, Luis Tosar, María Miguel, Antonia Guzmán, Felipe García Vélez, Patricia Santos, Miguel Rellán Nacionalidad: España. 2015 Duración: 93 minutos ESTRENO: Mayo 2015
En Málaga, en su festival abrochado al cine español, A cambio de nada cosechó premios y parabienes. Sabemos que los ecos de ese festival nada garantizan y este largometraje con el que debuta como director Daniel Guzmán se alza como un buen ejemplo del pobre nivel de un evento mejor vendido que atendido. Guzmán, actor antes que director, debutó hace años con Sueños (2003), un cortometraje que tuvo una gran acogida y que todavía se recuerda. Pero pocos recordarán que cinco años antes, Daniel Guzmán, todavía actor por hacer, tuvo una fugaz presencia en Barrio (1998) de León de Aranoa. Pues bien, ahí es donde habría que excavar para encontrar la fuente de la que se nutre A cambio de nada.
Como en Barrio, el (los) protagonista(s) de A cambio de nada, son hijos del asfalto y el agobio, carne de una batalla perdida que Guzmán trata con cariño, con una complicidad algo canalla y totalmente insensata. Especialmente porque, aunque Miguel Herrán se aplica con disciplina y fervor en construir su personaje, éste como decía el título de la vieja película de Ronald Neame, parece “el hombre que nunca existió”.
Casi 18 años después, Guzmán repite el tratamiento de Aranoa, una suerte de buenismo artificial y tramposo que idealiza al malote de la película hasta llevar el argumento al precipicio del ridículo. A cambio de nada cumple lo que promete: nada. Pero su favorable acogida, muy en la línea de la sobrevalorada Barrio que ahora no aguantaría ni un asalto frente a cualquier episodio de una serie británica, hace que se enciendan las luces de alerta. En 1981, un Saura que iba a retirarse al cine de coreografías y color, firmó su última gran película: Deprisa, deprisa. En 1950, Buñuel, rodó en México una de sus obras maestras: Los olvidados, un filme que paradójicamente, el tiempo venera. Daniel Guzmán tenía donde encomendarse si quería hablar de la adolescencia. Pero mira por donde, imita sólo a aquellos (des)inflados títulos de un cine español jaleados como grandes cuando no eran sino tibias y desmayadas historietas.
Como en Barrio, el (los) protagonista(s) de A cambio de nada, son hijos del asfalto y el agobio, carne de una batalla perdida que Guzmán trata con cariño, con una complicidad algo canalla y totalmente insensata. Especialmente porque, aunque Miguel Herrán se aplica con disciplina y fervor en construir su personaje, éste como decía el título de la vieja película de Ronald Neame, parece “el hombre que nunca existió”.
Casi 18 años después, Guzmán repite el tratamiento de Aranoa, una suerte de buenismo artificial y tramposo que idealiza al malote de la película hasta llevar el argumento al precipicio del ridículo. A cambio de nada cumple lo que promete: nada. Pero su favorable acogida, muy en la línea de la sobrevalorada Barrio que ahora no aguantaría ni un asalto frente a cualquier episodio de una serie británica, hace que se enciendan las luces de alerta. En 1981, un Saura que iba a retirarse al cine de coreografías y color, firmó su última gran película: Deprisa, deprisa. En 1950, Buñuel, rodó en México una de sus obras maestras: Los olvidados, un filme que paradójicamente, el tiempo venera. Daniel Guzmán tenía donde encomendarse si quería hablar de la adolescencia. Pero mira por donde, imita sólo a aquellos (des)inflados títulos de un cine español jaleados como grandes cuando no eran sino tibias y desmayadas historietas.