Memento conyugal

noconfiesennadieTítulo Original: BEFORE I GO TO SLEEP Dirección: Rowan Joffé Guión: Rowan Joffe; basado en la novela de S.J. Watson  Intérpretes:   Nicole Kidman, Colin Firth y Mark Strong    Nacionalidad:  Reino Unido y Francia.  2014  Duración: 92 minutos  ESTRENO: Febrero 2015

La huella de Memento, el filme con el que Christopher Nolan capturó la atención del panorama cinematográfico, asfixia a Before I Go to Sleep, un título que se sirve de la desmemoria para tejer un oscuro thriller conyugal protagonizado por Nicole Kidman y Colin Firth. Entre ambos, desde el primer plano del ojo abierto al despertar, se sabe que no hay el más mínimo atisbo de buen rollo. Cosas de una dirección encargada al británico Rowan Joffé, hijo de Roland, el director de películas como La misión y Los gritos del silencio. Cosas también de la imposible química entre ambos actores pese a que fuera Nicole Kidman quien impuso la presencia de Firth, porque lo quería a su lado. Pero por sorprendente que parezca esa ausencia de empatía, Before I go to Sleep logra en buena parte alcanzar su objetivo.
Básicamente su argumento gira en torno al infierno en el que habita una mujer que cada noche, el sueño borra sus recuerdos. Así, cuando amanece, vuelve a sentirse como una extraña al lado de un extraño. Nada recuerda, nada sabe y, sin embargo, el guión articula un curioso mecanismo para que cada nuevo día, el espectador y con él su protagonista, encuentre una nueva pieza de ese puzzle en el que late un terrible misterio. Si la película del citado Nolan se adentraba en el arabesco del inverosímil, el mecanismo que utiliza Joffé, una cámara de fotos en la que su protagonista se va contando los progresivos descubrimientos para no empezar de cero, se balancea peligrosamente por el espacio abierto de lo absurdo.
No se despeña porque, pese a la ausencia de estímulos afectivos entre los dos protagonistas, ambos son excelentes actores que saben componer sus respectivos personajes y se aplican con oficio. Con ellos, este Memento conyugal, producido por un Ridley Scott que fue quien organizó todo el proyecto, depara algunas secuencias de lograda tensión con un relato en donde importa más el pretexto que el texto. O sea que el artificio se impone al arte, si es que alguna vez alguien pensó en lograrlo.
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