Las circunstancias históricas y su pertinencia pueden deformar la valoración y la manera en la que se percibe un filme en el momento de su estreno. De El último tango a La última tención de Cristo, de A Serbian Film a Yo te saludo, Maria, da igual que se trate de directores anónimos o de maestros consagrados; el exceso en las reacciones siempre se impone a su contenido. Cuando a un filme le rodea el escándalo, éste no puede ser visto sin el espejo deformante del ruido que le precede.

Puede que para el público ajeno al mundo del anime Capitán Harlock solo sea uno más de esos japonesismos extraños, descendientes de Heidi y propios de un submundo habitado por otakus y freakies occidentales. Para los iniciados, Harlock es un clásico, un referente icónico lleno de reverberaciones.

Para quienes el nombre de Michael Mann era garantía de bien hacer y evidencia de que no hay guión malo sino director incapaz o ausencia de compromiso, Blackhat nos pone en un grave aprieto. ¿Cuál es la cuestión por la que se hace casi insoportable un filme como éste?