Mann ¿tú también?

foto-blackhatTítulo Original: BLACKHAT Dirección: Michael Mann  Guión:  Morgan Davis Foehl, Michael Mann Intérpretes: Chris Hemsworth, Viola Davis, Ritchie Coster, William Mapother, Manny Montana, Wei Tang  Nacionalidad:  EE.UU. 2015  Duración:  133 minutos ESTRENO: Enero 2015

Para quienes el nombre de Michael Mann era garantía de bien hacer y evidencia de que no hay guión malo sino director incapaz o ausencia de compromiso, Blackhat nos pone en un grave aprieto. ¿Cuál es la cuestión por la que se hace casi insoportable un filme como éste? Hemos visto a Mann salir airoso con argumentos insustanciales. Nos ha emocionado el sentirle grande al resolver con suficiencia e inteligencia adaptaciones venenosas provenientes de relatos convencionales. Para quien ha sabido obtener petróleo allí donde la mayoría solo halla fango, bucear en los entresijos de Blackhat produce decepción y aburrimiento.
El negocio se ha impuesto al ocio y los intereses comerciales agrietan la solvencia del oficio. Eso es lo que ha sucedido aquí. Con un MacGuffin al que le dedican demasiado tiempo para explicar nada, el último filme de Mann se apunta a los nuevos tiempos en los que los vericuetos binarios que dominan internet son tan importantes como las persecuciones en coche o los tiroteos hiperbólicos. Con la mirada puesta en los dos grandes mercados, el occidental liderado por EE.UU.; el oriental, presidido por la China neocapitalista; Mann tartamudea al soldar las coreografías de violencia con las escenas de romance. Cuando se pone tierno, balbucea como un adolescente. Cuando se refugia en lo que ha sido su territorio, la tensión, el suspense y el conflicto, da la sensación de que podrá evitar el desastre total.
No lo hace porque le falta convicción y porque este guión no le propone ningún estímulo. Tampoco el reparto ayuda demasiado y menos un libreto del que Mann se desentiende. Tanto que en determinadas secuencias cuesta trabajo, al ver la terrible planificación y la estulticia de los personajes, creer que haya podido dar por buenas tomas tan banales. Basta recrear la secuencia final, puro artificio de personajes sin vida, para comprender que cuando se hacen concesiones a la bolsa no sólo se pierde la ética sino hasta la habilidad del oficio.
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