No tomarás la miseria en vano

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Título Original: TRASH Dirección:  Stephen Daldry   Guión: Richard Curtis; basado en la novela de Andy Mulligan    Intérpretes:  Rooney Mara, Martin Sheen, Wagner Moura y Selton Mello Nacionalidad:  Reino Unido.  2014  Duración: 114 minutos ESTRENO: Diciembre 2014



Trash hace honor a su título. Es lo que dice ser. Pero eso no le va a restar la admiración de su público, ese público encantado de ser masajeado pese a ¿saber? que un espectáculo como éste corroe el sentido común por tramposo. El objetivo de Stephen Daldry, un director teatral que se inició en el cine con Billy Elliot (2000) y cuyo edulcorado éxito malogró toda posibilidad de hacer de él un buen director, aspira el brillo de Slumdog Millionaire con la coartada y en el campo de batalla de Ciudad de Dios. Ahí es nada. Hambre de Oscar con sed de oro.

Nacido para ganar dinero a costa de mostrar la pobreza ajena, Trash cultiva todo tipo de excesos, todo tipo de tópicos, todo tipo de puñaladas sentimentales y guiños pseudohumorísticos. Su estructura molecular grita a los cuatro vientos su ausencia de honestidad. Daldry se comporta con parecida actitud a la que muestran gentes que presiden mesas petitorias para sacar migajas con las que satisfacer vanidades disfrazadas de solidaridad. Le llaman caridad cuando quieren decir estafa; le llaman denuncia cuando se ríen sin que venga a cuento. Nada nuevo en un mundo lleno de activistas de la generosidad pagada con esfuerzo ajeno y sobrealimentada con beneficios ocultos.

Pero lo peor de Trash: ladrones de esperanza no descansa en la ilegitimidad de su naturaleza. Con ser cine bastardo, podía haber sido cine, pero nada hay de ello late en esta aventurilla que aspira a merecer el prestigio del filme de Meirelles, quien al parecer incluso les echó una mano. Nada hay de Ciudad de dios en lo que no es sino un mediocre capítulo de Verano Azul. Lo malo es que Martin Sheen no se ajusta como lo hacía Antonio Ferrandis con Chanquete y ninguno de los niños protagonistas posee el insolente estar de Piraña y sus amigos. Su trama policíaca, puro arabesco hecho humo, deriva en un insulso maniqueísmo que usa y abusa de la miseria infantil. Unos niños a quienes roba, no ya la esperanza, sino el derecho a ser retratados con la dignidad que merecen las víctimas de la usura y la ambición.

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