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Un santo llamado Bill Murray
Título Original: ST. VINCENT Dirección y guión: Theodore Melfi Intérpretes: Bill Murray, Melissa McCarthy, Naomi Watts, Chris O’Dowd, Terrence Howard y Jaeden Lieberher Nacionalidad: EE.UU. 2014 Duración: 102 minutos ESTRENO: Diciembre 2014
La médula vertebral que coordina la constitución sensorial de lo que St Vincent encierra parece haberse inspirado en el Frank Capra más emotivo, más emocional; el que tenía fe en el cine y en el ser humano. A ella pertenece su discurso de despedida, el que desvela en qué consiste la santidad de Vincent/Murray. A ella apela la aparente contradicción entre un paisanaje lleno de figuras políticamente incorrectas aferradas a un salvavidas de optimismo, propio del tan criticado buenismo del ex-presidente Zapatero.
Digámoslo de entrada. Theodore Melfi se sirvió del recuerdo de su suegro, un alcohólico ex-combatiente en Vietnam, que abandonó a la que luego sería la esposa del director y guionista, cuando apenas tenía ésta nueve años. Sin embargo, pese al patetismo de su historia, el personaje real que inspira la personalidad del protagonista de St Vincent, supo reconducir su final, supo validar la idea de que los ángeles caídos pueden volver a volar.
El que domina este filme vuela alto gracias al actor que lo encarna: Bill Murray. Sin duda, el día que Murray dijo sí a Theodore Melfi, el discreto director supo que se le había presentado ese golpe de suerte que nunca hubiera imaginado. Sorprendente porque Melfi apenas posee currículum. Sorprendente porque el filme parece haber sido escrito en otro tiempo, en ese siglo XX que hace ya casi tres lustros que cerramos para siempre.
Si Murray se adecua sin problema al perfil de un perdedor, Naomi Watts le da justa réplica en el papel de una trabajada prostituta que lleva un hijo en sus entrañas sin saber muy bien qué va a hacer con su futuro. Pero ninguno de los dos podría sobrevivir a la sobredosis de azúcar del guión sin la presencia de un joven actor, cuya presencia no deja lugar sobre las intenciones y modelos del cine de Theodore Melfi. St Vincent aspira a seguir los pasos de Pequeña Miss Sunshine pero sus nutrientes parecen provenir del cine de los años 30. El alcoholismo de Vincent no encierra el alma herida de un superviviente del horror de la guerra, y el oficio del personaje de Watts está tratado al estilo de Pretty Woman. Es decir, todo bonito, sentimental y empalagoso.
Digámoslo de entrada. Theodore Melfi se sirvió del recuerdo de su suegro, un alcohólico ex-combatiente en Vietnam, que abandonó a la que luego sería la esposa del director y guionista, cuando apenas tenía ésta nueve años. Sin embargo, pese al patetismo de su historia, el personaje real que inspira la personalidad del protagonista de St Vincent, supo reconducir su final, supo validar la idea de que los ángeles caídos pueden volver a volar.
El que domina este filme vuela alto gracias al actor que lo encarna: Bill Murray. Sin duda, el día que Murray dijo sí a Theodore Melfi, el discreto director supo que se le había presentado ese golpe de suerte que nunca hubiera imaginado. Sorprendente porque Melfi apenas posee currículum. Sorprendente porque el filme parece haber sido escrito en otro tiempo, en ese siglo XX que hace ya casi tres lustros que cerramos para siempre.
Si Murray se adecua sin problema al perfil de un perdedor, Naomi Watts le da justa réplica en el papel de una trabajada prostituta que lleva un hijo en sus entrañas sin saber muy bien qué va a hacer con su futuro. Pero ninguno de los dos podría sobrevivir a la sobredosis de azúcar del guión sin la presencia de un joven actor, cuya presencia no deja lugar sobre las intenciones y modelos del cine de Theodore Melfi. St Vincent aspira a seguir los pasos de Pequeña Miss Sunshine pero sus nutrientes parecen provenir del cine de los años 30. El alcoholismo de Vincent no encierra el alma herida de un superviviente del horror de la guerra, y el oficio del personaje de Watts está tratado al estilo de Pretty Woman. Es decir, todo bonito, sentimental y empalagoso.