Allí donde se amontonan los restos del naufragio en el que se consumen los vanos intentos de reflotar la saga de George Lucas, en la misma fosa en la que agoniza un sexagenario Indiana Jones, un director insolente, heterodoxo e irreverente llamado James Gunn, lidera una producción que puede ser considerada como el Star Wars de la segunda década del siglo XXI.

En alguna ocasión y en estas mismas páginas ya se ha dicho: fusionar cine y cocina rara vez da lugar a buenas películas. Por el contrario, casi siempre provoca peligrosas gastroenteritis mentales que conviene evitar. Primero las sufren quienes las hacen, suelen ser víctimas de una felicidad alelada. Luego traspasan ese virus a los incautos espectadores, que salen de la sala con vacío en las tripas y la cabeza hueca.