La bastarda infeliz
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Título Original:VIOLETTE Dirección: Martin Provost Guión: Martin Provost, Marc Abdelnour y René de Ceccatty Intérpretes: Emmanuelle Devos, Sandrine Kiberlain, Olivier Gourmet, Catherine Hiegel, Jacques Bonnaffé y Olivier Py Nacionalidad: Francia y Bélgica. 2013 Duración: 139 minutos ESTRENO: Junio 2014
 
La mayor virtud de Violette, en cuanto película, consiste en estimular el apetito por las obras literarias de los personajes/protagonistas que deambulan por sus intersticios. A esta Violette de amarga frustración y de insoportable talante que, en vida, estuvo rodeada de titanes como Simone de Beauvoir, Jean Genet y Marcel Camus, le redime un misterio que su realizador no logra desentrañar. Al menos no de forma poéticamente convincente. Provost, que en su anterior filme, Seraphine, se aventuró en el terreno del biopic sin incurrir en la estampa ejemplar, reitera su estrategia. No hay complacencia ni deleite en forjar una crónica sobre un personaje de perfiles cortantes y de complicada (in)estabilidad mental. Violette, como Seraphine, acoge el eco de una mujer desafortunada, de talento evidente, de existencia turbulenta y de biografía desdichada.
Articulada a modo de capítulos, narrada en orden cronológico, a lo largo de dos horas generosas, Provost reconstruye la cronología de un personaje al que Emmanuelle Devos le imprime una presencia de fisicidad extraordinaria. Su buen hacer y su mejor estar chocan sin embargo con la impenetrable capa de hielo que rodea su evolución dramática.
Año a año, de los temores de la Francia ocupada a las esperanzas de la nueva época, el filme teje y desteje un permanente ir y venir de Violette Leduc y su persistente lucha por conseguir un reconocimiento que le llegaría con La Bâtarde, en 1964, Premio Goncourt y texto alabado por intelectuales de la talla de Jean-Paul Sartre. La nota distintiva de esta escritora de carácter de puercoespín y humor avinagrado, descansó en buena medida en su procacidad sexual, unida a una evidente transgresión feminista. Provost muestra ese proceso, permanece fiel a las impresiones generales pero nunca logra traspasar la piel de lo que ilustra.
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