La acción nos la ubica su directora y guionista en el año 1996. Pero las causas de la situación que trata Todos están muertos tuvieron lugar algunos años antes, en el marco de lo que no cuesta trabajo asociar a la llamada “movida madrileña”. En los años de aquella explosión de pop cañí, voracidad sexual y delirio psicodélico, Beatriz Sanchís, valenciana de nacimiento, era una niña.

El cine del tercer milenio escarba sin vergüenza ni disimulo en el mundo de los cuentos de hadas. Y por razones a desentrañar, desembocan allí maduras actrices de amplio historial e indiscutible belleza. Hace una década, acaparaban (siguen en la cima) las listas de las sex-symbol de occidente; ahora se recrean haciendo de villanas en estos cuentos de niños fabricados para seducir a sus padres. Como es sabido, son los padres quienes eligen las películas infantiles de sus hijos.

Todo evoluciona a golpe de simetría. Todo se mueve bajo el número dos. Dos amigas, dos maridos, dos hijos, dos nueras, dos nietas… puro artificio que escribió Doris Lessing cuando había cumplido 84 años, es decir, lejos en el tiempo de su período más ilustre como escritora por más que fuera entonces, tres años después, cuando recibió el Nobel de Literatura en una decisión que levantó voces críticas.