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Dos primos en Nueva York
Título Original: LA VIDA INESPERADA Dirección: Jorge Torregrossa Guión: Elvira Lindo Música: Lucio Godoy Fotografía: Kiko de la Rica Intérpretes: Javier Cámara, Raúl Arévalo, Carmen Ruiz, Tammy Blanchard y Sarah Sokolovic Nacionalidad: España. 2013 Duración: 108 minutos ESTRENO: Mayo 2014
Hay festivales cuyos premios, más que refrendar la calidad de una película, alertan sobre la inconsistencia de lo que allí nos aguarda. Dedicado al cine español, el festival de Málaga se ha convertido en el refugio de la segunda división del cine español, esa cita a la que llegan las películas que no fueron seleccionadas por ningún festival extranjero, las que desecha Donostia, no quiere Sitges ni Gijón, y desestima Sevilla y Valladolid. Así las cosas, que La vida inesperada hubiera cosechado una gran acogida en Málaga nada connota, pero mucho dice. Sin embargo, si no había que albergar grandes esperanzas al respecto, lo que no cabía imaginar es que Jorge Torregrossa consiguiera aquí algo inimaginable, que Javier Cámara, un actor capaz de defenderse sin personaje, sin guión e incluso sin película, deambule por Nueva York como barca rota a la deriva.
Si al director cabe achacarle una evidente responsabilidad en este naufragio, a Elvira Lindo, guionista-columnista, le cabe el otro 50% del desastre. Ambientada en la ciudad de Times Square y Central Park, alumbrada en las largas idas y venidas que Elvira Lindo practicó durante su exilio dorado en EE.UU., La vida inesperada incide en un contexto que, cada cierto tiempo, el cine español refleja: la vida de los emigrantes en tierra extraña. Al frente de un plantel de secundarios imposibles, Lindo imagina la vida de un actor frustrado, un veterano superviviente que quiso hacer las Américas y, años después, actúa en un teatro latino de caspa y tópico. Para llegar a fin de mes, trabaja en una tienda de comestibles, sirve bebidas en un local decadente e incluso da lecciones de cocina sin que Chicote (le) haga algo. A este patético personaje se le trastocan las cosas cuando su primo decide pegarse un mes de vacaciones a su costa. Con ese pretexto, Lindo y Torregrossa filosofan sobre la soledad, el desamor, la mediocridad y los sueños. Monólogos que no son sino ecos de columnas periodísticas que ni sir Lawrence Olivier hubiera podido recitar sin acabar desmadejado.