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La memoria y el perdón
Título Original: PHILOMENA Dirección: Stephen Frears Guión: Steve Coogan y Jeff Pope; basado en el libro de Martin Sixsmith Intérpretes: Judi Dench, Steve Coogan, Sophie Kennedy Clark, Mare Winningham y Barbara Jeffoird Nacionalidad: Reino Unido. 2013 Duración: 98 minutos ESTRENO: Marzo 2014
Hace treinta años, en la Navarra ancestral, Stephen Frears rodó su tercer largometraje: The hit (La venganza). Allí había música de Roger Waters, de Eric Clapton y de Paco de Lucía. Inmediatamente después su cine cambió de sentido y en tres años filmó: Mi hermosa lavandería (1985), Ábrete de orejas y Sammy y Rosie se lo montan (1987). De golpe, Frears se convirtió en un martillo contra Margaret Thatcher. En todo este tiempo, Frears ha sabido sobrevivir en Hollywood y retornar a su lugar de origen sin renunciar a sus principios. Pero tres décadas ablandan lo suyo y Philomena es ejemplo de ello.
Ciertamente, Frears permanece beligerante contra el fanatismo, el abuso del poder y la intolerancia. Pero su Philomena, basada en un hecho real en torno a las llamadas hermanas de la Magdalena, sin cejar en su ideología acude al contrapunto de la reconciliación y la piedad ante la necesidad de no traicionar el testimonio de sus dos protagonistas. Paradójicamente, entre el filme que marcó su proyección internacional y éste, hay un común denominador: una lavandería. La de 1985 mezclaba respeto por la homosexualidad con denuncia ante el racismo británico. En esta otra lavandería, semejante a la que sirvió al actor y director Peter Mullan para su estremecedora Las hermanas de la Magdalena (2002), Frears se sirve del relato-denuncia del periodista Martin Sixsmith. Sixsmith, un cachorro de Oxford, defenestrado del gabinete de prensa del gobierno por una imprudencia ajena, entra en contacto con Philomena, una enfermera viuda, a la que un embarazo en su juventud le llevó a ser recluida en las siniestras lavanderías donde le arrebataron su hijo. A buscarlo se dedican Sixsmith y la citada Philomena. Un recital actoral que combina niveles como una muñeca rusa. Un proceso dialéctico entre un hombre ilustrado de inteligencia y lógica y una anciana amiga del coñac y víctima de la fe religiosa y el folletín rosa. Cuanto más perdona la segunda, más se evidencian las razones que asisten a la denuncia del dogmatismo. Eso es lo que busca Frears. y pese a que lo hace con dignidad y oficio, no puede evitar una sensación de didactismo y autocomplacencia. Con ella gana público pero sacrifica rotundidad y agrieta su verosímil.