
EL GRAN HOTEL BUDAPEST
El reparto actoral denota, esquinadamente, una declaración de principios sobre las querencias de quien lo (con)forma. Los actores llevan impresa en su piel, como un palimsepsto orgánicamente vivo, reflejos de los personajes que han sido. Son lo que son más la suma de esos ecos que resuenan en su ADN curricular. Wes Anderson, tras el crédito acumulado por su orfebrería de luna y sueño titulado Moonrise Kingdom, insiste en esas superposiciones con un reparto abrumador. Ninguno de sus intérpretes pertenece al territorio de lo blando.