Detener la vida para seguir viviendo
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Título Original: WINTER SLEEP Dirección: Nuri Bilge Ceylan Guión: Ebru Ceylan y Nuri Bilge Ceylan Intérpretes: Haluk Bilginer, Melisa Sözen, Demet Akbag, Ayberk Pekcan, Serhat Kiliç, Nejat Isler y Tamar Levent País: Turquía. 2014. Duración: 196 minutos ESTRENO: Octubre 2014
Sueño de invierno podría ser interpretado como la cara gélida y crepuscular del Sueño de (una noche de) verano. Entre otras cosas porque Shakespeare aparece invocado en numerosas ocasiones a la largo de esta película de más de tres horas de duración que pasan sin pesar, sólidamente ligeras. Y en algún modo, entre la comedia del escritor británico y el drama del cineasta turco, la relación conyugal, las clases sociales y el hastío como cáncer que marchita el amor, echan raíces en su interior. Pero la ausencia de dioses y la fuga del humor dan señal de que no va por ahí el contenido de la película de Ceylan. Su significado cabal alude al concepto de hibernación, algo que en inglés está presente pero que en castellano se diluye provocando la confusión. No es de sueños de lo que aquí se habla, sino de la detención de la vida para poder seguir viviendo cuando las condiciones atmosféricas cambien y mejoren.
Eso es lo que hace un puñado de personajes diseminados en el inequívoco y singular paisaje de la Capadocia, en la profunda Anatolia, donde las viviendas parecen haber sido engendradas desde los sueños. Coescrita con su mujer, la cineasta y actriz Ebru Ceylan, Winter Sleep supone la obra más sólida de Nuri Bilge. Una disección del comportamiento que llama a la puerta del citado Shakespeare, el hotel que regenta la pareja protagonista lleva el nombre de Otelo, pero que se levanta sobre los cimientos suministrados por Chejov y la mala conciencia que siempre atormenta a las criaturas de Dostoievski. Vamos, que aquí hay alta densidad, referentes y precedentes que, con sabiduría magistral, se abismaron en la oscuridad del alma humana con la intención de, si no comprender, preguntarse por qué somos así, por qué actuamos como lo hacemos.
Fotógrafo antes que cineasta, el proceso seguido por Nuri Bilge Ceylan es meridiano, ejemplar. Paulatinamente, su cine ha dejado atrás la contemplación para invocar la palabra y en Winter Sleep, el diálogo fluye torrencial, con una retórica poderosa. De hecho, en su conclusión, cuando el actor se bate y debate con el maestro, de quien como un Otelo desorientado, cultiva celos, ambos hablan con palabras prestadas, con frases de poética noble y anclaje robusto.
Por otro lado la oscuridad que Nuri Bilge Ceylan recoge no proviene del mundo de las sombras, de la noche o del mundo subterráneo. La ceguera que su cine capta, la que obnubila y desorienta a sus personajes, la mayoría de ellos extraídos de su propia auto-observación, es una oscuridad blanca. La niebla, la nieve y el exceso de luz congelan a sus criaturas en un proceso en el que paisaje y paisanaje son consecuencia y causa.
En Winter Sleep se asiste a un puñado de enfrentamientos dolorosos y crueles. Sus habitantes atraen y repelen, se les entiende, o sea se hacen inteligibles, verídicos, posibles, pero por eso mismo no apelan a la complicidad ni despiertan simpatías blandas. Entre ellos, sus relaciones chirrían y sus palabras no siempre se adecuan a sus actitudes. Desde aquel Small Town (1998) a este Winter Sleep Ceylan ha recorrido un árido y ejemplar camino. Pero nada hacía prever que su modelo acabaría siendo (de momento) el de un genio de la retórica y la psicología humana, también de la crueldad, llamado Ingmar Bergman. Entre otras cosas, porque Bergman venía del teatro y él de la fotografía. Quizá por eso mismo, su protagonista es un actor, un actor desocupado que sueña con escribir la historia del teatro turco, título con el que concluye esta magnífica reflexión sobre la insatisfacción y la culpa.
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