Con una Renée Zellweger patética, penosa, ridícula, esta cuarta entrega de las confesiones de Bridget Jones, en su naufragio absoluto, consigue un extraño aunque no infrecuente milagro. Incluso en las malas películas habitan ideas con sentido.
Bajo el disfraz de una nueva revisitación al Holocausto judío, se agita este hermoso, inteligente y complejo tratamiento cinematográfico sobre el ser humano y su comportamiento social. Sin solemnidad y sin altisonancias «A real pain» aporta mucho más de lo que parece prometer y más de lo que aparenta.
Cuando en 1979 Werner Herzog rescató y reinterpretó el «Nosferatu» de Murnau, aquel gesto se sabía cuestión política. El director que cuando hace ficción, documenta el sufrimiento y cuando se dice documentalista, convoca los sueños, despertó a Nosferatu para recuperar la propia historia de Alemania, para devolverla al lugar de lo que había existido.








