Título Original: CAPITÁN AMÉRICA: BRAVE NEW WORLD Dirección: Julius Onah Guion: Malcolm Spellman, Dalan Musson, Rob Edwards, Julius Onah y Peter Glanz. Personaje: Jack Kirby, Joe Simon Intérpretes: Anthony Mackie, Harrison Ford, Danny Ramirez y Shira Haas País: EE.UU. 2025 Duración: 119 minutos
Red Hulk
La cuarta aparición en plan protagonista del Capitán América en esta etapa de la Marvel no tiene arreglo. Estamos ante un constructo sin carisma que, desde su rodaje, se supo que no acabaría bien. Si complicado fue concretar el guion, al parecer la inminencia del triunfo de Donald Trump y las nuevas reglas del siniestro juego geopolítico perturbaba a los profesionales de la escritura, -hasta cuatro guiones se barajaron-, más tormentoso fue sostener el interés de Harrison Ford. De hecho, su participación alcanza el supremo grado de la desorientación, la misma perplejidad con la que Klaus Kinski se paseaba en «El caballero del dragón» (1985) de Fernando Colomo. Es decir, Ford deambula, con y en el estupor.
Con estupor pero sin temblores, porque Harrison Ford podría asumir todos los órdagos que le lancen sin pestañear. Y ese extrañamiento, la sensación de que nada acaba por encajar de verdad, recorre de principio a final este «Brave New World» que nos previene ante un peligro inminente: que el verdadero monstruo, que la cosa, habite en el interior del presidente de los EE.UU.
De eso va esta aventura que sigue sin alterar la deriva hacia el fracaso de una Marvel que no para de producir megahistorias con pies de barro. Lo suyo no es que hablen de enanos a hombros de gigantes, sino que los gigantes se han ido y los enanos caminan por un lodazal que acabará por engullirlos. Ni la aplicada disciplina de Anthony Mackie, empeñado en dar una vuelta de tuerca al viejo Capitán, ni la enésima recreación épica mil veces recreada, mil veces clonada, aportan interés. En su incapacidad para ubicar el mal al que combatir, en este caso las escenas bélicas se dirigen con(tra) la armada japonesa que, como se sabe, carece de ejército ofensivo desde su humillación y masacre tras las dos bombas atómicas en 1945. Pequeño enemigo. Así que su director, Julius Onah, dedica dos horas a revivir una entelequia de poca amenaza y ningún conflicto.
Cuando en los requiebros finales reaparece Liv Tyler, apenas un cameo fugaz, para recuperar su personaje de la doctora Betty Ross, la hija del general Thaddeus «Thunderbolt» Ross, ahora presidente de los EE.UU., se prende la única chispa paradójica, la única aportación, la que cierra -de momento-, ese abrazo imaginario e hipotético entre el entrañable Hulk verde con el atribulado Hulk bermellón. Poco más hay y este más es poco.